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Narra Percival
Mientras descendíamos por la columna del dragón, dirigiéndonos hacia su cabeza, no pude resistir la tentación de hacerle una pregunta a Sin.
—Oye, Sin, ¿quién es esa mujer que gritaba tu nombre?
—Como ya te dije, es mi acompañante —respondió él, sin perder la calma.
—¡Eso no puede ser cierto! ¿Por qué una mujer estaría acompañada de un zorro parlante?
—Eso no tiene que interesarte, metiche —replicó, con su tono habitual.
El silencio nos envolvió durante unos momentos hasta que, finalmente, tocamos tierra.
—¡Hombre, ya extrañaba el suelo bajo mis pies! —exclamé, aliviado.
—No tenemos tiempo para descansar, aún queda un largo camino hacia Liones —dijo Sin, sin inmutarse.
—Espera un momento... ¿y la mujer que estaba aquí? ¿Dónde está? —pregunté, mirando a mi alrededor.
Al instante, la mujer apareció corriendo hacia nosotros. A simple vista, me pareció bastante atractiva. No era tan alta, pero tampoco baja; su cabello largo estaba atado con una cinta, y sus ojos verdes eran realmente hermosos.
—Qué bueno... que logré... alcanzarlos —dijo, entre jadeos, claramente agotada.
—Tardaste bastante, y eso que tú ya estabas abajo —comenté, algo sorprendido.