Capítulo XIX.

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Unos labios tiernos me acarician la sien, dejando un reguero de besitos a su paso, y en el fondo quiero volverme y responder, pero sobre todo quiero seguir dormido

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Unos labios tiernos me acarician la sien, dejando un reguero de besitos a su paso, y en el fondo quiero volverme y responder, pero sobre todo quiero seguir dormido. Gimo y me refugio debajo de la almohada.

—Katsuki, despierta —me dice Shoto en voz baja, zalamero*.

—No —gimoteo.

—En media hora tenemos que irnos a cenar a casa de mis padres —añade divertido.

Abro los ojos a regañadientes. Fuera ya es de noche. Shoto está inclinado sobre mí, mirándome fijamente.

—Vamos, bello durmiente. Levanta. —Se agacha y me besa de nuevo—. Te he traído algo de beber. Estaré abajo. No vuelvas a dormirte o te meterás en un lío —me amenaza, pero en un tono moderado.

Me da otro besito y se va, y me deja intentando abrir del todo los ojos en la fría y oscura habitación.

Estoy despejado, pero de pronto me pongo nervioso. Madre mía, ¡voy a conocer a sus padres! Hace nada me estaba atizando con una fusta y me tenía atado con unas bridas para cables que yo mismo le vendí, por el amor de Dios... y ahora voy a conocer a sus padres. Será la primera vez que Kirishima los vea también; al menos él estará allí... qué alivio. Giro los hombros. Los tengo rígidos. Su insistencia en que tenga un entrenador personal ya no me parece tan disparatada; de hecho, va a ser imprescindible si quiero albergar la menor esperanza de seguir su ritmo.

Salgo despacio de la cama y observo que mi traje cuelga fuera del armario. ¿Dónde tengo los calzoncillos? Miro debajo de una silla. Nada. Entonces me acuerdo de que se las metió en el bolsillo de los vaqueros. El recuerdo me ruboriza: después de que él... me cuesta incluso pensar en ello; de que él fuera tan... bárbaro. Frunzo el ceño. ¿Por qué no me ha devuelto los calzoncillos?

Me meto en el baño, desconcertado por la ausencia de ropa interior. Mientras me seco después de una gozosa pero brevísima ducha, caigo en la cuenta de que lo ha hecho a propósito. Quiere que pase vergüenza teniendo que pedirle que me devuelva los calzoncillos, y poder decirme que sí o que no. El dios que llevo dentro me sonríe. Dios... yo también puedo jugar a ese juego. Decido en ese mismo instante que no se las voy a pedir, que no voy a darle esa satisfacción; iré a conocer a sus padres sans culottes. ¡Katsuki Bakugo!, me reprende mi subconsciente, pero no le hago ni caso; casi me abrazo de alegría porque sé que eso la va a desquiciar.

De nuevo en el dormitorio, me pongo el traje y me encaramo en mis zapatos. Me cepillo el pelo rápidamente, luego le echo un vistazo a la bebida que me ha traído. Es de color rosa pálido. ¿Qué será? Zumo de arándanos con gaseosa. Mmm... está deliciosa y sacia mi sed.

Vuelvo corriendo al baño y me miro en el espejo: ojos brillantes, mejillas ligeramente sonrosadas, sonrisa algo pícara por mi plan de los calzoncillos. Me dirijo abajo. Quince minutos. No está nada mal, Katsuki.

Shoto está de pie delante del ventanal, vestido con esos pantalones de franela gris que me encantan, esos que le caen de una forma tan increíblemente sexy, y, por supuesto, una camisa de lino blanco. ¿No tiene nada de otros colores? Frank Sinatra canta suavemente por los altavoces del sistema sonido surround.

50 Sombras de Shoto [Adaptación] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora