Capítulo XXI.

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Hay luz por todas partes

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Hay luz por todas partes. Una luz intensa, cálida, penetrante, y me esfuerzo por mantenerla a Masarua unos cuantos minutos más. Quiero esconderme, solo unos minutos más, pero el resplandor es demasiado fuerte y, al final, sucumbo al despertar. Una gloriosa mañana de Seattle me saluda: el sol entra por el ventanal e inunda la habitación de una luz demasiado intensa. ¿Por qué no bajamos las persianas anoche? Estoy en la enorme cama de Todoroki Shoto, pero él no está.

Me quedo tumbado un rato, contemplando por el ventanal desde mi encumbrada y privilegiada posición el perfil urbano de Seattle. La vida en las nubes produce desde luego una sensación de irrealidad. Una fantasía —un castillo en el aire, alejado del suelo, a salvo de la cruda realidad— lejos del abandono, del hambre, de madres que se prostituyen por crack. Me estremezco al pensar lo que debió de pasar de niño, y entiendo por qué vive aquí, aislado, rodeado de belleza, de valiosas obras de arte, tan alejado de sus comienzos... toda una declaración de intenciones. Frunzo el ceño, porque eso sigue sin explicar por qué no puedo tocarlo.

Curiosamente, yo me siento igual aquí arriba, en su torre de marfil. Lejos de la realidad. Estoy en este piso de fantasía, teniendo un sexo de fantasía con mi novio de fantasía, cuando la cruda realidad es que él quiere un contrato especial, aunque diga que intentará darme más. ¿Qué significa eso? Eso es lo que tengo que aclarar entre nosotros, para ver si aún estamos en extremos opuestos del balancín o nos vamos acercando.

Salgo de la cama sintiéndome agarrotado y, a falta de una expresión mejor, bien machacado. Sí, debe de ser de tanto sexo. Mi subconsciente frunce los labios en señal de desaprobación. Yo le pongo los ojos en blanco, alegrándome de que cierto obseso del control de mano muy suelta no esté en la habitación, y decido preguntarle por el entrenador personal. Eso, si firmo. El dios que llevo dentro me mira desesperado. Pues claro que vas a firmar. Los ignoro a los dos y, tras una visita rápida al baño, salgo en busca de Shoto.

No está en la galería de arte, pero una mujer elegante de mediana edad está limpiando en la zona de la cocina. Al verla, me paro en seco. Es rubia, lleva el pelo corto y tiene los ojos azules; viste una impecable blusa blanca y lisa y una falda de tubo azul marino. Esboza una ampia sonrisa al verme.

—Buenos días, señor Bakugo. ¿Le apetece desayunar? —me pregunta en un tono agradable pero profesional, y yo alucino.

¿Qué hace esta atractiva mujer en la cocina de Shoto? No llevo puesta más que la camiseta que me dejó. Me siento cohibido por mi desnudez.

—Me temo que juega usted con ventaja —digo en voz baja, incapaz de ocultar la angustia que me produce.

—Ah, lo siento muchísimo... Soy la señora Jones, el ama de llaves del señor Todoroki.

Ah.

—¿Qué tal? —consigo decir.

—¿Le apetece desayunar, señor?

50 Sombras de Shoto [Adaptación] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora