C5. La palabra amor.

13 2 3
                                    

Theo se quedó en silencio un breve segundo y luego botó de golpe el aire que sin darse cuenta había estado conteniendo. 

No podía recordar la última vez que se sintió así de nervioso, ¡qué va! Nervioso era una palabra demasiado corta en magnitud para poder explicar la manera en la que se sentía. Pestañeó un par de veces pero no despegó su mirada del espejo tratando de entender por qué ver a Summer lo ponía tan nervioso, le gustaba sí, era bastante claro que lo hacía así como también era algo obvio que él a ella no le era para nada indiferente, sin embargo, había algo más que de alguna manera lo atraía a ella. 

Sus ojos azules como el cielo, su cabello dorado como los rayos del sol o esa sonrisa tan cálida que tenía que de alguna manera, lo hacía sentir como en casa; quizás era su manera de ser que lo hacía pensarla, esa manera tan peculiar que tenía para volverlo loco con con una acción tan simple como lo era sonreírle.

—¿Y qué crees que va a pasar si te quedas observándote todo el día en el espejo?—Theo separó la mirada del espejo finalmente y le dedicó una pequeña mirada a su abuelo que permanecía de pie en el umbral de la puerta sin perder esa amplia sonrisa que lo caracterizaba.

—No te escuché entrar—respondió.

—Te llamé dos veces pero parecías bastante concentrado observándote—pausó—, ¿te verías por vanidad o porque quieres impresionar a alguien en especial?

—¿Estuviste hablando con Lizzy?—cuestionó y el hombre se echó a reír.

—No necesito hablar con Lizzy para darme cuenta cuando un hombre siente amor, también soy hombre y aunque ahora mi juventud este muy lejos, también tuve tu edad—anunció tomando asiento en el filo de la cama de Theo.—También me enamoré y mírame aquí...—Theo sonrió.—¿entonces? ¿Me vas a decir cómo se llama?

—Primero que nada, amor es una palabra demasiado grande, demasiado fuerte y demasiado significativa, ¿no crees?

—Los humanos sentimos amor—respondió encogiéndose de hombros—, el hombre que no siente amor, no está viviendo, Theo; ¿ambos lo sabemos, no?

—Supongo...

—¿Entonces...?—cuestionó Sebastián. Los ojos azules de Theo lo contemplaron fijamente por lo que parecieron ser dos largos segundos. Si había alguien en el mundo que lo conocía a la perfección –además de su madre y de Lizzy- era su abuelo, ¿entonces cómo podía hacer para responder sin mentirle? Bien, no es que quisiera mentirle pero aceptarlo en voz alta era como tocar el tallo de una rosa repleto de espinas.

Era como ver la belleza de la flor que tenía en su mano pero sentir el dolor de las espinas. La gente a menudo pedía amores que te marcaran la vida, Theo no lo había pedido y sin pedirlo, pasó.

Luna lo había marcado para el resto de su vida y en un intento en vano por protegerse a sí mismo, se había jurado no volver a enamorarse nunca más, volver a pasar por el dolor de perder a alguien que amaba no estaba dentro de sus planes, volver a hundirse en ese hoyo que parecía no tener final ni manera de salir no era algo que deseaba experimentar una vez más ¡pero joder! Sin que pudiese hacer nada para evitarlo, una pequeña rubiecilla parecía estar metiéndose en lo más profundo de sus pensamientos y no tenía intención de salir de ahí, él tampoco tenía la intención de echarla, no sabía cómo y para ser completamente honesto tampoco lo quería.

—Summer...—anunció finalmente.

—Un lindo nombre—asintió lentamente—, ¿ella es así de linda?

—Es preciosa en todos los sentidos—anunció—, de hecho, esta tarde tendremos una cita...—la sonrisa de Sebastián creció y el ojiazul negó de inmediato—no es amor. Me encanta...pero a veces siento que estoy traicionando a Luna y yo...—el hombre negó.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 17 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

ARRITMIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora