C4. Girasoles.

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Summer inspiró con fuerza, apoyó su espalda en la puerta de su habitación y dejó escapar de sus pulmones todo el aire contenido

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Summer inspiró con fuerza, apoyó su espalda en la puerta de su habitación y dejó escapar de sus pulmones todo el aire contenido. ¡Joder! No era la primera vez que besaba a un chico, claramente; pero sí era la primera que con tan solo un beso sus piernas habían dejado de funcionar con normalidad y había perdido sólo por un par de segundos el sentido de la coordinación, la orientación la había perdido hacía ya un tiempo. Se río de sí misma y luego se encaminó hacia la cama para dejarse caer sobre el colchón todavía sin perder la sonrisa de los labios.

Dios, la manera en la que su corazón latía tan descontrolado en ese momento le dejaba saber que tanto su cabeza como su corazón estaban de acuerdo con ella y eso ya era demasiado decir. Abrazó el peluche de pingüino, ese que a pesar de ser casi una adulta solía abrazar por las noches, el mismo que su madre le había obsequiado alguna vez y desde su partida se había tomado mucho más valor del que ya tenía.—Ojalá estuvieras aquí, me encantaría contarte todo a ti primero...—susurró al aire y luego negó lentamente.

El sonido de un par de golpes llamando en la puerta detuvo el descenso de sus pensamientos, frunció sus cejas: según sus cálculos todos estarían dormidos pues el reloj marcaba pasado las doce de la media noche. Se puso de pie y casi arrastrando sus pies y sin mucho ánimo atendió.

Los ojos marrones de su hermana quedaron ante ella y automáticamente una pequeña sonrisa tiró de la comisura de sus labios. Melanie agitó delante de su rostro una bolsa de papel y Summer se hizo a un lado cediéndole el paso; y es que en su lenguaje de hermanas –ese dónde sólo ellas dos entendían de que hablaban mientras su padre se volvía un poco loco tratando de entender el contexto silencioso que ellas parecían disfrutar- ofrecer comida la una a la otra sólo significaba una cosa y era ¡noche de chicas! Summer siempre había amado esos pequeños momentos que tenía con sus hermanos antes de que Charlie comenzase la universidad y se mudara al extranjero luego de la muerte de su madre, no lo juzgaba, cada quién lidiaba con su dolor como podía aunque sí lo echaba de menos a sobremanera.

Melanie tomó asiento sobre la cama de su hermana y en silencio sepulcral se dedicó a observarla, los ojos azules de la rubia también la observaron y como si de una pequeña y silenciosa señal se tratase comenzó a caminar hacia ella.—¿Entonces...?—comenzó su hermana.

Summer suspiró.—¿Entonces qué?

—Oh, vamos—se quejó—, estaba por irme a la cama pero escuché el sonido de un motor y como la chismosa que soy me asomé a la ventana para ver, ya sabes, a la vecina su novio sexy le trae serenata cada dos días—Summer se echó a reír.

—Que sea sexy no lo hace un buen novio—le recordó—, sobre todo si ella vive llorando por él—Melanie se encogió de hombros y Summer inspiró con fuerza.—¿Lo viste, no?

—¿Yo?—preguntó y negó—, no. ¿No crees que si lo hubiese visto entonces no te lo estaría preguntando, Sunny...?—La ojiazul la observó minuciosamente y la castaña se rio.—Bien, sólo vi su auto pero no vi nada más, te lo prometo por la memoria de mamá...

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