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— Esos serán los nuevos dúos este año —dijo Toto Wolff, al mismo tiempo que se ponía de pie—. Esperemos sea un año lleno de éxitos —concluyó finalmente.

— Por cierto, no hay opción a cambio. Suerte y reúnanse después con su respectivo director —acotó Horner, para después retirarse con los demás directivos.

Definitivamente la pesadilla de Sainz había empezado. No entendía porque había sido retirado del edificio McLaren, después de todo su último año había sido éxito y se llevaba de maravilla con su compañero, además esposo Norris.

La compañía F1 estaba dividida en diez edificios, el año pasado estuvo en uno de los más importantes, McLaren. Este año había sido trasladado a Ferrari, el mejor edificio del F1 company, con miles de contratos millonarios hechos además que los mejores empresarios de la historias habían pasado por ahí, sin excepción.

Le encantaba la idea de pertenecer a Ferrari, definitivamente era lo mejor que le había pasado desde que llegó; pero había un problema, su dupla sería Charles Leclerc.
Siempre lucía jovial, risueño, apacible. Con ese aspecto tan dócil y manejable, como si cualquiera fuera capaz de tomarlo y manipularlo a su gusto.

Le desagradaba totalmente. Siempre intentaba caerle bien a todo el mundo y de hecho lo lograba, era una máquina de sacar de quicio a Sainz. Estaba amarrado a Ferrari hasta dos años más, había sido el empresario del año junto a Verstappen, otro arrogante exacto, tal para cual.
Su cara apareció en revistas, publicidades, redes sociales. Detestaba el éxito que tenía, el éxito que definitivamente no merecía, pero lo que más detestaba, era su sonrisa. Bueno, cada día se parecía más a Ricciardo de tanto sonreír.

Desató su corbata de un tirón frustrado. Su cara estaba más roja de lo normal y su mandíbula estaba notoriamente marcada, tras la fuerza que ejercía a la presión. Sus puños estaban cerrados en un intento de mantener la calma, necesitaba algo para sacar todo su enojo, necesitaba a Lando.

— Pendejo, se te va a explotar una vena de tanta presión —rió el mexicano mientras se sentaba al lado de Carlos, en un intento de calmar sus nervios.

— ¿Tan mala suerte tengo? ¿Qué carajos hice mal? ¡Joder! No es Justo tío.

— Ya, ya chili —dió unas palmaditas en el hombro de Sainz tratando de calmarlo—. ¡Deberías de tener lastima por mí! Me tocó Max, ¿Lo oíste o solo te preocupaste por ti?

— Tal vez sólo por mi —una pequeña sonrisa cómplice salió de él—. No quiero, realmente no...

La puerta se abrió de un golpe, dejando a notar a los únicos dos que no habían asistido a la reunión, los favoritos de su respectivo edificio. Max y Leclerc venían juntos, mientras reían y compartían pequeñas miradas cómplices.
Ambos desviaron miradas hacia Carlos y Checo, quienes se quedaron tiesos observando a estos.

— ¡Calos! —sonrió el monegasco, como comúnmente lo hacía mientras se acercaba al español—. Me alegra que seamos compañeros, la pasaremos muy bien.

— No me interesa pasarla bien, me interesa superarte este año.

— ¿Superarme? —rió abiertamente Charles tras la frase de Carlos—. Calos... Esto se trata de Ferrari, no de nosotros —una sonrisa arrogante salió del rostro del ojiverde, acercándose peligrosamente a Sainz—. Y aunque fuera sobre nosotros mismos, tu arrogancia acabaría contigo.

De un golpe el español se puso de pie, acompañado del mexicano el cual solo se paró temiendo por la integridad física de Charles, no era bueno hacer enojar a Carlos y menos si tu apellido era Leclerc.
Por otra parte Max en un movimiento rápido se puso al lado de Charles, nunca le habían caído bien estos dos. Especialmente Sainz, la percepción sobre si mismo que tenía el español era tan inflada que estaba seguro que algún momento acabaría con el. Definitivamente el español era bueno, pero era arrogante, se creía superior a los que no correspondía creérselo.

Amor Furtivo | CharlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora