Amor Furtivo | Charlos

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Más que un amigo, Jules era familia. Lo conoció hace muchos años gracias a su hermano Lorenzo ya que ambos eran muy buenos amigos.

Un pequeño Leclerc siempre se emocionaba cuando mencionaban que el francés vendría a visitarlo, era como su alma gemela, de esas que van más allá de la amistad y que traspasan las barreras del amor. Esas almas gemelas que no específicamente tenían que estar enamoradas para serlo, lo de ellos era algo más fuerte, era algo único. Jules siempre será su alma gemela y esta, se había ido, dejándolo incompleto.

Hace algunos meses se encontraba en la compañía felizmente, cumpliendo su trabajo como habitualmente solía hacerlo, era la mano derecha de Bianchi, Charles era la persona en la que más confiaba el mayor.
Poco después le dieron la peor noticia de su vida, Jules había tenido un choque.

Su mundo se había roto al igual que su corazón. Jules fue el encargado de repararlo cuando sufrió esa pérdida de amor anteriormente, pero esta vez el dolor fue más fuerte y irremediable. Se había ido su alma gemela, la persona que lo dejaba incompleto, la persona que se había llevado a gran parte de Charles con él. La persona que se había llevado sus sonrisas. Pero, más importante que eso, ya no lo vería nunca más. No compartirían más risas, más miradas cómplices, travesuras, aventuras; esta vez, tan solo quedaban recuerdos borrosos en su mente.

"Perdón que me tenga que ir, Char... mi dulce ángel"

Oía en su mente esa frase en cada momento haciendo doler más su corazón. No quería parar de llorar, quería morir en ese momento si eso era posible en caso. Necesitaba un abrazo suyo, necesitaba amarlo por más tiempo, necesitaba sus consejos, necesitaba sus mimos, necesitaba a SU familia, necesitaba a Jules. Porque él significa eso.

Y ahí está él, Carlos. Lo encontró cuando no miraba y se sintió más seguro cuando menos esperaba.

Estaba destrozado. No lo entendía, pero lo sentía, ahora Bianchi no está ahí si no estaba en él. Seguirá siendo parte de él hasta su último suspiro, siempre recordándolo en cada enseñanza que le dejó. Pero sabría que el nunca querría que se rindiera, siempre con la cabeza en alto con una gran sonrisa; pero no sabía si él también querría que sonriera aunque no fuera genuinamente. Preguntas que jamás tendrán respuesta.

A pesar de que nunca recibió muchos abrazos o un consuelo del español, este siempre se encontraba ahí y para él era suficiente. Su simple presencia lo hacía sentir a salvo, seguro y que siempre tendrá un apoyo cuando se derrumbe. Esa era su propósito desde que lo conoció, cuidar de él. Aunque eso signifique alejarse.

Desde que Jules los presentó sabía lo mucho que significaba el monegasco para el francés, sabía que si le hacía algo el mayor era capaz de enterrarlo tres metros bajo tierra; después de un tiempo supo porque Jules cuidaba tanto de Leclerc, era un ángel. Un bello ángel, con sentimientos tan hermosos, que cualquier ser era capaz de dañarlo, como un cristal que en cualquier momento podría romperse. Su lindo ángel.

Aún recordaba el primer día que lo conoció, fue hace cuatro años, y nunca se arrepentiría de haber aceptado aquella propuesta hecha por Jules.

Era el cumpleaños número dieciocho de uno de los Leclerc, específicamente Charles Leclerc. Carlos había sido invitado por el padrino del monegasco, Jules. Ambos tenían muy buena relación, su amigo Sergio los había presentado anteriormente y para Jules, Carlos se convirtió en un muy buen amigo. Confiaba mucho en él; además, que en demasiado tiempo llegó a quererlo y apreciarlo, como si de una relación de años se tratara.

A Jules le interesaba de cierta forma que el español y Charles tengan una buena amistad, ya que iban a estar relacionados en muchas ocasiones al ser ambos tan cercanos a él. Además de eso, sabía que en algún momento ambos formarían parte de la F1 company, sabiendo esto, quería crear a la mejor dupla para que su empresa prospere; además, del desarrollo de ambos, ya que estos estaban en el legado de Bianchi.