A las nueve de la mañana, ya hacía rato que me había despertado, me había traicionado la manía de dejar en vibración el móvil cuando dormía sola. Y a las ocho escuché de fondo el mensaje de buenos días de Kiki, y otro, del arrogante de mi jefe, recordándome las decenas de correos electrónicos, que tenía que redactar, a lo largo del día.
Me levanté algo torpe e inundada de un sentimiento de extrañeza, rodeé la cama y abrí la ventana. Aún seguía oliendo a lavanda, como siempre lo hacía la habitación de Kiki. Pero me faltaba la mezcla de su olor, para que todo estuviese, como siempre.
Era la primera noche que tras mudarme, la pasaba allí en su piso, en su cama, pero sin ella enredada a mí.
Sólo hizo falta un mes desde mi regreso, para que me convenciera con una serie de suculentas razones, de que instalarme en su piso, ubicado en el centro de Madrid, era mi mejor opción.
—Vivi, es que aunque yo no esté siempre, a mí me gusta llegar y encontrarte allí. Además, tiene mejor comunicación con tu empresa, que el piso de tu padre. ¿Somos novias no? Y tenemos edad, dinero, y ganas de vivir juntas.
Pero yo, no las tenía todas conmigo:
—Kiki, yo no tengo una convivencia fácil, y tampoco quiero entrometerme en tu espacio personal.
Me da miedo que por impacientes de vivir juntas, destrocemos lo que tenemos, ahora que por fin, estamos comenzando algo sólido.Pero Chiara, en este tipo de batallas, sabía como ganarme, con un único golpe:
—No necesito MI espacio, lo que quiero tener es NUESTRO espacio.
Y con esa frase, a modo de sentencia en el juicio final, el primer domingo de Noviembre, trasladé todo tipo de bártulos a lo que sería a partir de ese día, nuestra casa.
El piso de Kiki, perdón, nuestro piso, quedaba a sólo dos paradas de mi nueva empresa, así que, aproveché el camino, a pesar de ser breve, para responderle a su mensaje.
Miguiri:
¡Buenos días love! 💜
¿Cómo has dormido?
Mivio letita:
Hola cariño,
Pues a medias, me faltabas tú ☹️
¿A qué hora vuelves?
Miguiri:
Tranquila amor, hoy eso no te va a pasar.
Llego sobre las seis, la hora perfecta para preparar todo para la fiesta de inauguración de esta noche!
Sí habéis leído bien, esa noche celebrábamos una fiesta de inauguración de nuestro piso, y como también podréis imaginar, sí, había sido una idea de mi morena preferida, idea a la que, en un principio, me opuse rotundamente.
—¿Una fiesta de inauguración?! —repetí en tono agudo, ante semejante locura.
—Sí, una fiesta en el piso, para nuestros amigos más cercanos, vamos a celebrar que vivimos juntas, cariño.
—No me gustan las mezclas de amigos.
—Yo no conozco aún a nadie de tu empresa, ni de tus amigas, ni siquiera has querido que vuelva a coincidir con tu padre —me reclamaba.
—Es que, lo de presentarte a todos de golpe, no lo veo Kiki, prefiero poco a yopo.
—Bueno, yo voy a invitar a las niñas, a Ruslana y a Paul y Bea. Seguro que se alegran de que este lugar, haya pasado a ser de las dos.
Sonreí forzada y me quedé pensativa.
—Tú haz lo que quieras, si no te parece motivo suficiente de celebración, vivir aquí conmigo... no hace falta que invites a nadie —me dejaba caer sutil.