El encuentro II

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Cuando Chiara llegó a su casa tenía un conflicto interno, su necesidad de ver a Violeta había crecido, pero era sábado por la tarde y la pelirroja seguro que ya tenía planes que incluirían que el domingo se despertase acompañada. Chiara sabía que no era buena idea precipitarse, así que dejó pasar toda la semana y utilizó los días para descubrir todo lo que pudo sobre ella.

Ahora es viernes y Chiara solo sabe dos cosas seguras sobre Violeta; la dirección de su apartamento y que hoy está de servicio porque esta mañana la han visto patrullando por el puerto.
Decidida a no demorar más el asunto y demostrarle a la policía que es una mujer decidida y que el atontamiento del otro día solo se debía a los nervios por lo que había sucedido en el parque, cuando sale del trabajo, Chiara conduce hasta la comisaría, busca aparcamiento y se dirige hacia la puerta.

Cuando llega, toda su seguridad desaparece y los nervios se apoderan de ella. Chiara no tiene ni idea del horario que hace Violeta, no sabe si está allí, si ya se habrá marchado o si ni siquiera está en la comisaría y ha salido a algún aviso.
Pone los ojos en blanco y resopla sintiéndose estúpida, pero solo se permite unos segundos para autocompadecerse, después se dice a sí misma que ella no ha ido hasta allí para nada, y que si no encuentra a Violeta, por lo menos conseguirá la información que le permita localizarla. Tras vaciar sus pulmones de aire y serenarse, se encamina hacia la entrada dispuesta a preguntarle al primer agente que se encuentre por ella, pero todavía no ha llegado a entrar cuando la puerta se abre y por ella sale Violeta, vestida de calle, con el pelo húmedo tras la ducha y una mochila colgada del hombro.
Las dos mujeres casi chocan al encontrarse y Violeta, educada y servicial, se aparta con rapidez y se asegura de no haber desequilibrado a la otra persona sujetándola por el brazo.

—Perdone —se disculpa, y es entonces cuando reconoce a Chiara ante ella y sus cejas se elevan debido a la sorpresa.

Violeta la suelta y esboza media sonrisa que eriza toda la piel de Chiara.

—¿Qué haces aquí? —pregunta haciéndose a un lado para no bloquear la entrada.

Chiara la imita con la mente abotargada. Violeta no ha perdido esa sonrisa encantadora y eso era algo para lo que ella no estaba preparada, por lo que necesita varios segundos para recomponerse y que el corazón le baje de la garganta hasta su lugar habitual.

—Vengo a verte a ti —suelta decidida.

La sonrisa de Violeta se amplía un poco más con cierto aire de incredulidad y mira hacia todas partes para asegurarse de que Chiara está sola.

—¿A mí? ¿Quieres que echemos una carrera por las calles ? —bromea Violeta y se deja arrastrar por Chiara cuando ella la empuja un poco más allá, buscando estar completamente a solas con la policía.

—Muy graciosa, pero no, no vengo a hacer deporte.

—Menos mal, porque he tenido un día un poco duro y lo último que me apetece ahora es ponerme a correr detrás de una loca que no sabe por qué corre.

—Sí que sabía porque corría, huía de ti —se defiende Chiara.

—Pero ahora estás aquí, así que no debí darte mucho miedo —concluye Violeta haciendo una mueca de fastidio.

–Ninguno.

—Muy bien, has venido a verme. ¿Qué quieres? —pregunta la policía sin rodeos.

—Mi cita —responde Chiara con una seguridad aplastante.

–¡Perdona? -pregunta Violeta, que vuelve a sonreír con una mirada que viaja entre la incredulidad y la sorpresa.

—Ya me has oído, la otra noche dijiste que si quería una cita contigo que te la pidiera. Pues la quiero.

Kivi- One shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora