Parte 12 Entre sus brazos

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Su cercanía era tan torturadora que me hacía desfallecer. Le había confesado que tenía miedo...miedo a que me lastimara más de lo que ya estaba y su silencio era abrumador.

-perdóname...-confeso en un susurro lleno de culpabilidad mientras sus ojos brillaban enrojecidos quizás con ganas de llorar y yo me entristecí... asentí levemente con mi cabeza después de todo ¿Qué más podía hacer? No podía alejarme de él, me había mentido cuando había dicho que debía de hacerlo pero ¿Cómo alejarse de algo que es indispensable en tu vida? ¿Cómo dejar algo que es como una droga a la cual estas jodidamente adicta hasta lo más profundo de tu ser? Simplemente, no se puede.

-quiero besarte, Alma.-confeso mientras paseaba su mirada de mis ojos a mis labios repetidamente.

-hazlo...-dije- bésame, Mathias.-Y como si eso hubiese sido lo que le daba fortaleza lo hizo. Junto sus labios a los míos, primero tímidamente con cuidado delicadeza y luego con demanda. Con una demanda en la cual satisfacía todos nuestros deseos, deseos que se encontraban ligado a lo más profundo de nuestro ser, un deseo que sobrepasaba cualquier situación: sentir nuestra cercanía, sentir el contacto de nuestros cuerpo eso era lo gloria en ese mismo instante para mí. Si así era el infierno cuanto deseaba arder en el de por vida.

Sus labios se movían al compás de los míos en una sola sinfonía al ritmo de una misma respiración. Sentir los labios de Mathias sobre los míos era tocar el cielo pero a la vez arder en el mismo infierno y yo era una masoquista dispuesta a quemarme por él las veces que fuera necesarias, a medida que el beso se intensificaba la demanda aumentaba y la cercanía se hacía más tortuosa, enrede mis brazos alrededor de su cuello me permití jugar un rato con su cabello, con su suave y perfecto cabello mientras sus manos se posaron sobre mi cintura dibujándola moldeándola a su cuerpo sintiendo el contacto sobre nuestras ropas.

Si esto era amar, verdaderamente había conocido y aprendido lo que era el amor gracias a él, quería solo una cosa: seguir amándolo por siempre. Quizás podría ser un capricho de adolescente como muy bien podía ser algo muy profundo y verdadero por lo que yo optaba más por la segunda opción. A mis 17 años nunca había sentido lo que estaba sintiendo por este hermoso hombre.

-Alma- susurro mi nombre al separarse unos centímetros de mí y lo mire desconcertada, no quería que en ese momento parara. Aun estábamos en la misma posición, mis manos alrededor de su cuello y él con sus manos sobre mi cintura. Adoraba estar así aunque fuera por momentos cortos.

-tenemos que hablar, cariño- dijo y asentí levemente. Rompimos el contacto y nos acercamos al sofá ubicado en mi sala de estar sentándonos uno al lado del otro. No quería hablar de hecho, no opinaba acerca de nada solo al momento de estar sentados reaccione que le había propinado una cachetada al notar su sonrojo en la mejilla y me sentí nuevamente culpable.

-lo siento-dije mientras acariciaba su mejilla- me pase...

-no.-negó con su cabeza dándole más peso a su respuesta- esto no es nada, tranquila- dijo para calmarme pero eso no disminuyo mi culpa- Alma- me llamo alce mi vista hacia el- Elliz no está embarazada-confeso no sé si fue alivio lo que sentí pero sé que un peso bajo de mis hombros y una leve esperanza se asomó por mi mente.

-y... ¿eso cómo te hace sentir?-pregunte con una pizca de tristeza quizás Mathias si deseaba tener un bebe en su familia y yo como un inhumano me alegraba, quizás y no era lo correcto.

-no lo sé-dijo mientras me miraba detenidamente y yo no supe que decir- solo quiero una cosa-continuó hablando- estar bien contigo, Alma.

-entiendo...-dije mientras enlazaba mis manos y jugaba con ellas en ese momento no pude evitar sentirme sumamente extraña sin poder identificar el sentimiento que me rodeaba. ¿Cómo podíamos estar mal en un segundo y al otro actuar como nada? Además de eso, yo seguía sintiéndome tocada y hundida.

Mayor que yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora