🥀3.

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Tuvo razón. El gusto de vivir le había durado apenas un día.

Aquella presencia de naturaleza vaporosa, como humo negro infernal, se mantuvo serena igual a una pantera que se sabe poderosa y capaz de alcanzar a su presa sin el más mínimo esfuerzo incluso si esta intenta escapar. Antonio no podía ver qué expresión se ocultaba bajo el sombrero, se preguntó entonces si acaso esa ocasión el Charro Negro lucía como un humano; pensó que su encuentro anterior fue suerte y el fantasma había tenido una pizca de piedad al mostrarse con facciones humanas para no matarlo del susto, pero quizás esa noche en la que iba a llevárselo no gastaría tiempo en ser indulgente y se mostraría en su esplendor maligno.

No lo sabía aún pues todo lo que podía ver eran onduladas cortinas deslizándose como humo de tabaco, el origen siendo la pulcra y umbría figura del charro mientras el color rojo resaltaba únicamente porque eran sus perversos ojos los que brillaban entre la negrura del ambiente. La luz carmesí que proyectaban estos le hizo querer sollozar.

—¿Qué pasó —de nuevo esa voz de terciopelo maléfico envió una inyección de horror puro a su sistema—, a poco me comí su lengua ayer y no me acuerdo?

Eso terminó por descolocarlo. Balbuceó algo a duras penas pero sin ser una respuesta entendible, obteniendo una risa altanera del contrario.

¿Adónde se había ido su osada valentía de la noche anterior? Ahora todo lo que podía sentir era que podría desmayarse en cualquier momento.

Todo resultó más confuso cuando la elegante figura se incorporó acompañado del suave "frú frú" del enorme zarape que le hacía capa tras sus anchos hombros, sus botas relucientes incluso en la penumbra crearon un eco al avanzar y las espuelas tintineaban inconfundibles. De pronto parecía que aquella presencia estaba escoltada por millones de susurros espectrales, pequeñas voces que se lamentaban, reían o maldecían, quién sabe… Estaba tan aturdido por el terror que sus sentidos comenzaron a jugarle en contra. Ya no era capaz de respirar.

Una mano fría como la muerte pero suave como la flor "mano de león" se aventuró por su pecho en busca de los pliegues de la ropa para corroborar algo; los dedos oscurecidos por maldad delinearon el camino de la clavícula derecha sintiendo el relieve de la piel erizada junto a los espasmos de miedo, subió por el costado izquierdo del cuello confirmando que no había protección alguna en el mortal. Perfecto.

Antonio podría jurar que se sintió como un animal indefenso bajo la caricia de su depredador, no era disfrutable en ningún aspecto; lo único que lo mantenía vivo de milagro era su corazón que latía a mil por minuto al punto de doler. Apretó los párpados esperando su muerte, aguardando el dolor o la calma preguntándose qué habría más allá de la muerte.

¿Le esperaba el cielo o el infierno?

¿Siquiera existían?

—¿Qué? —la proximidad fue evidente al percibir un aliento no-humano sobre su piel— ¿Le doy miedo?

Juró escuchar la manera en que una sonrisa burlona se esbozó al tiempo que hablaba. No sabía si la corriente fría que golpeó su erizada piel era la respiración del fantasma, si es que eso era posible, o la esencia del infierno que a pesar de helar la sangre hacía arder el alma con pánico.

—No… —gimoteó hecho un desastre entre temblores y jadeos en busca de aire suficiente para anclarse a la realidad.

Apretó tanto los ojos, sus manos desubicadas buscaron aferrarse a la cama arrepintiéndose al instante pues una textura escamosa, como piel suave pero con ciertos relieves, se movió detrás suyo húmeda y siseante acariciando sus manos con cierta amenaza. No podía verla pero sabía que se trataba de una serpiente que seguramente acompañaba al terrible demonio que lo acorralaba, el animal abrazó su cintura sacándole un quejido más por el miedo que por la fuerza ejercida.

Amarre [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora