🥀5.

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Si había algo que Antonio odiaba más que al idiota de Fernando, era la sensación de ahogarse con algún líquido. No sabía si fue por aquella vez que toda la familia había ido a un balneario y él fue el único que casi se ahoga en un chapoteadero de niños, o porque de más pequeño se cayó al río donde solía jugar con sus primos. Así que comenzó a luchar con brazos y piernas cuando abrió los ojos y fue consciente de que el agua le estaba llenando los pulmones. No tardó mucho en ser jalado de vuelta a la superficie, pero gimió de dolor porque lo sujetaron del cabello, tosió agua por un par de minutos y casi se volvió loco por el aire.

—Eso de desmayarse por cualquier tontería le sale muy bien —se burló la voz con la que ya casi no temblaba apenas de oírla.

Tosió más tratando de incorporarse porque el aturdimiento le hizo creer que podría hacerle frente al “hombre” que lo tenía sujeto del cabello con una sonrisa autosuficiente. Sus piernas no respondían, estaba sumamente cansado, tenía miedo pero ya no quería correr o pensar… Y después todos los recuerdos se agolparon en su mente al punto en que se quejó de dolor, se dejó caer sin importar lo doloroso que era ser sujetado de un solo mechón; pensó que probablemente se veía como un trapo viejo en manos de un demonio tan elegante.

—¿Ana…? —buscó entre la hierba húmeda como un mendigo— ¿Dónde-

—Está dormida —le cortó la imaginación de inmediato—, es más valiente que tú para variar.

Suspiró aliviado por primera vez en esa noche. Tendido en el pasto junto al río, la luna iluminó la faz de ese demonio galante que lo miraba desde arriba de forma indescifrable. Antonio se preguntó si era a causa de todo lo que había visto esa noche el hecho de que no estaba temblando ante ese ser. Se movió de modo que encontró en su campo de visión al aterrador caballo negro descansando no muy lejos y con la niña dormida en su lomo igual a un costal de papas.

—¿Y la bruja? —ya no tenía energía para buscar huir o pelear contra el Charro, y este sonrió a sabiendas.

—Es polvo bajo mis botas —presumió con ojos brillantes de carmín—. Si hubieras aguantado un poco más habrías visto cómo lloriqueaba al verme entrar en su pocilga, no duró más que segundos entre mis manos.

Así que… ¿Lo había defendido?

—Eres muy listo, venadito —dijo esta vez más amable—, pero no eres muy fuerte y he confirmado que sólo me darás problemas. Igual que una mascota.

Eso lo hubiera hecho enojar pero, Dios, estaba terriblemente agotado y sus ojos se cerraban de a poco mientras la voz baja y suave de ese demonio le regañaba.

¿Y para qué lo querría de todos modos? Antonio jamás podría servirle a nadie.

—Bonita mascota —escuchó lejano y sintió la mano fría descender por su mejilla.

Viejo endemoniado y raro.

[...]

El amanecer estaba a minutos de ocurrir cuando fue despertado de forma brusca; su cuerpo depositado sin delicadeza sobre la banqueta a las afueras del pueblo donde el arco con un letrero de “Bienvenidos a Santa María” le decía que no estaba demasiado lejos de su hogar. Siseó de mala gana pero saltó levemente asustado al ver las patas del caballo negro a centímetros de él, la mirada del animal clavada en su persona.

—Muy bien falso héroe —el demonio traía en brazos a Ana—, voy a regresar por mi pago pronto.

Antonio se apresuró a recibir en sus brazos a la pequeña dormida y envuelta en un zarape oscuro, que asumió pertenecía al demonio frente suyo, y miró al más alto con resignación pero de inmediato la reemplazó con nervios y un poco de incredulidad. Aún después de todo seguía considerando que estaba soñando, que quizás todo era una alucinación. Sin embargo la mano oscura y fría que le dió palmadas en la mejilla confirmó, una vez más, que estaba conviviendo con uno de los seres más temidos de la faz.

Amarre [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora