CAPÍTULO I.

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LADY NAENIA TARGARYEN SE ENCONTRABA EN DRIFMARK, MIRANDO EL SUELO CON ABURRIMIENTO

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LADY NAENIA TARGARYEN SE ENCONTRABA EN DRIFMARK, MIRANDO EL SUELO CON ABURRIMIENTO. La segunda esposa de su padre, lady Laena Velaryon, había muerto consumida por el fuego de su propio dragón al tener un trabajo de parto dificultoso... y ahora estaba asistiendo a su funeral. Tenía cierta sensación de revoltijo en el estómago al ver a su padre después de tantos años de no tener contacto alguno con él desde que la dejó al cuidado de su tío el Rey Viserys y la reina Alicent Hightower, sin siquiera despedirse o dejar una carta. Nunca había dialogado lo suficiente con Laena como para decir que la conocía, ella apenas era una bebé como para recordarla o incluso para tener algún recuerdo con su padre... si es que existía alguno a su lado, tampoco recordaba a su madre, quién murió en un supuesto accidente en caballo; pero sin embargo, siempre tuvo el deseo de hablar con sus verdaderos padres... sentirse cerca de ellos... y el único ser que podía saciar su sed de cariño era su padre.

Con el pasar de todos esos años la ausencia de el príncipe Daemon en la vida de su hija impactó gran parte en ella ya que no era capás de mirarlo como una figura paterna; cada vez que su tío Viserys contaba historias fascinantes sobre su padre, la niña intentaba crear una imagen de él como un personaje de los libros de historia que leía en la gran biblioteca, sobre esos héroes que jamás podría conocer o de esos lugares mágicos de las historias de fantasía que no existen, eso tan maravilloso que jamás podría ver... hasta ahora.

—¿Por qué él no está aquí? —preguntó una vez la pequeña bebé a su tío mientras caminaban por el patio del castillo.

El rey se quedó perplejo, ¿cómo podía explicarle a su sobrina que su padre la había abandonado para empezar una nueva vida junto a una nueva esposa? Jamás encontró las palabras para justificar tal acción de su hermano. Con el tiempo Naenia también alimentó cierto sentimiento de culpa, pero ella prefería no pensar en eso con frecuencia y mantenerse ocupada junto a los hijos de la reina (los mismos que no podía evitar ver como sus hermanos), haciendo todo tipo de travesuras junto a ellos, también entrenando sus habilidades con la espada junto a el cabellero Sir Criston que la describía como una alumna destacable por su agilidad y rapidez. Al principio, cuando tenía apenas unos siete años escribía algunas cartas para Daemon, siempre esperando una respuesta que jamás obtuvo... y con el tiempo, las páginas escritas por su propia mano se consumían en las ardientes llamas del fuego, como sus esperanzas de una respuesta, solo se convertían en nada más que insignificantes restos de polvo.

Durante el funeral de Laena todos guardaban silencio y mostrabana atención a Vaemond Velaryon que recitaba unas palabras a su difunta sobrina. Baela y Rhaena lloraban junto a su abuela tras aún no poder soportar el hecho que su madre ya no estará prescente en su vida.

—...La sal corre por la sangre de los Velaryon. —decía el hombre, volteando su mirada hacia Rhaenyra y sus hijos, los mismos que ella y su esposo, Laenor Velaryon, juraban descaradamente que eran de sangre Velaryon. Los juramentos de este matrimonio hacia la legitimidad de los niños eran simples falacias para ojos de todos con exepción de su ingenuo padre, quién estaba cegado por su amor incondicional hacia su primera hija y que jamás admitió tales "rumores".— Es sangre verdadera. Y nunca debe diluirse.

Los usurpadores: la traición a la corona. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora