CAPITULO 14

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Ay, Dios mío, mi cabeza! Con un gemido, logré entreabrir los ojos bajo el peso de los párpados. La luz del amanecer se filtraba por la ventana de mi dormitorio y un tremendo dolor me acribillaba el cerebro. Volví a cerrar los ojos y me volteé hasta el borde de la cama con dificultad. Necesitaba desesperadamente orinar y tenía que levantarme, a pesar de que todo mi cuerpo protestaba. Fui modo zombie hasta el baño. Seguidamente, me miré al espejo e hice una mueca de dolor al ver mis ojos inyectados en sangre. Tenía la garganta completamente reseca y, de camino a la cocina, eché un vistazo fugazmente a la sala de estar y paré en seco. ¿Qué demonios...? Parecía una zona siniestrada. Sillas tumbadas, discos desparramados, DVD junto a un estante descolgado, los cojines del sofá tirados por todos los sitios. Había manchas en el suelo junto a una botella de vino tinto tumbada, junto con mi ropa de la noche anterior. Al bajar la vista comprobé que estaba totalmente desnuda. 

Por el amor de Dios, ¿qué ha pasado?Olvidada la sequedad de mi garganta, me dejé caer en el sofá, mareada y desorientada a la vez. Cerré los ojos y respiré hondo para despejar la cabeza. Los recuerdos de la víspera me asaltaron la mente y la habitación comenzó a dar vueltas. ¿Te gusta cuando te follo con ganas? Dímelo, Jennie. ¡Dímelo, joder! Mi voz aún resonaba en mi cabeza. ¿Acaso le había dicho eso? ¡Oh, no, no, no! Vagué de un lado a otro durante unos instantes hasta que corrí en dirección al dormitorio. La cama estaba vacía. No está aquí. ¿Dónde estaba? ¿Le habría hecho daño? Cerré los ojos tratando de recordar lo que había ocurrido la noche anterior. Los detalles estaban un pelín más que confusos. Tras oír el timbre, había echado a correr hacia la puerta y me había encontrado a Jennie en el umbral. En un acto instintivo, la había agarrado para hacerla entrar de un tirón antes de cerrar de un portazo. Lisa, ¿qué pasa? dijo riendo !Joder! ¿Estás borracha? Lo has notado, ¿eh? ¿Quieres saber por qué estoy borracha, Jennie? pregunté, mientras le desabotonaba el abrigo. Ella asintió. Estoy borracha por tu culpa, pequeña bruja, continué, furiosa. Por que me vuelves jodidamente loca. ¿En serio? preguntó con una sonrisa tímida. ¡No juegues conmigo, niñata! exclamé fuera de mí. ¡Sabías perfectamente lo que hacías al mandarme esos mensajes! Le abrí el abrigo y me quedé boquiabierta. Debajo solo llevaba ropa interior, un conjunto de encaje negro. Le quité el abrigo y lo tiré al suelo.

 Ella parecía algo nerviosa, cosa que me gustó. No, joder, me encantó. Por una vez era yo quien tenía la sartén por el mango. Lo siento, Lisa, dijo, levantando la mirada hacia mí con gesto timido. No te creo. Lo has hecho aposta para jugar conmigo, ¿a que sí? pregunté, apretujándola contra la pared. Te gusta ponerme como una moto, ¿a que sí? Ella asintió. ¿Notas eso? pregunté, apretando mi erección contra su vientre. Pues lo has conseguido. ¿Qué vas a hacer al respecto? Lo que quieras, susurró, y levantó la barbilla con gesto desafiante. La miré fijamente a los ojos, los hermosos ojos marrones que ocultaban tantos secretos que yo anhelaba descubrir. Su respiración se había acelerado y comprobé la dureza de sus pezones bajo el encaje de su sujetador. La deseaba como una loca. ¿Sea lo que sea? murmuré. Quiero que digas que lo sientes de verdad. Los ojos le echaban chispas. No. Le agarré los pechos y la apretujé contra la pared. Mis labios se encontraban a escasos milímetros de los suyos. Dilo, ordené. No, gimió. Arqueó la espalda y empujó los pechos contra mis manos. Su negativa me excitaba y me enfurecía a la vez.

La cogí en volandas sin esfuerzo y enganché sus piernas alrededor de mi cintura. Di que lo sientes, le susurré al oído, mientras la aplastaba contra la pared. Dilo y... te follaré. Emitió un sonido de lo más erótico, un tenue gimoteo desesperado, y basculó las caderas para aumentar la fricción. Tenía que poseerla. A duras penas me desabroché los pantalones y me bajé los bóxers sin dejar de sujetarla. Agarré el delicado tejido de su ropa interior y volví a mirarla. Me deseas, ¿verdad? pregunté. Asintió e hizo amago de besarme. No, hasta que no lo digas, no, le advertí, y la agarré con más fuerza. No puedo. Tiré hacia abajo bruscamente para romper el encaje y tomé una bocanada de aire al palpar sus pliegues desnudos y lubricados. Ella ardía de deseo igual que yo.¡Dilo! Di que sientes haber jugado conmigo, Jennie, ordené. Tú estabas al tanto de que tenía una cita y lo hiciste aposta. ¡Di que lo sientes! ¡No puedo! chilló. ¿Por qué no? bramé. ¡Porque no lo siento, joder! ¡Quería que pensaras en mí! gritó, y me agarró de la cara para pegarla a la suya. Nunca nos habíamos besado de esa manera, con desesperación y desenfreno. Prácticamente nos devoramos la una a la otra.

Tú y Yo nivel principiante / Avanzado (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora