MIENTRAS VUELVES A MÍ. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.
Otra vez estaba ahí...el mismo olor familiar, la misma melancolía. La desesperante ansiedad de tener todo listo esperando su llegada. Solo estaba mi presencia, de pronto se abre la puerta, aquélla figura inunda mi mente mientras una alegría inmensa se apresa de mi alma. Si, es verdad...todo es como ayer...Su mano se extiende frente a mí...sus ojos se iluminan en ese rostro sereno. No hay odio...sólo una infinita tristeza...yo aferro su mano y quiero regresar desesperadamente en ese tiempo, en esos días...cuando todo eran ilusiones por cumplir, entonces la imagen se torna borrosa...se detiene de repente...
Los ojos se abrieron de golpe y Samantha Russo sintió al instante un nudo en la garganta. Después, como cada tercer día que tenía el mismo sueño, sus ojos se llenaron de lágrimas y lloraba en silencio en mitad de la noche.
—Ya...déjame en paz, Gabriel. –Ella enjugaba su llanto y enterraba su rostro sobre la almohada− Ya tienes todo de mí. Yo ya no tengo nada.
Lloró unos minutos más y luego se volvió hacia el taburete. Tomó su celular y se fijó en la hora. Eran las tres de la mañana. Sabía que no se dormiría y entonces aventó hacia un lado el edredón para ir al baño, mientras pensaba que su vida se había vuelto muy desafortunada.
Volvió a la cama y se recostó. Recordó que al día siguiente tenía una cita con su amiga de la infancia, Gina. Cerró los ojos y evocó el pasado doloroso. Ambas habían crecido en un Orfanato.
El insomnio en ese momento estaba haciendo estragos y no pudo evitar bostezar. Villa Antonio tenía muchos clientes esa mañana y eso la abrumaba. Samantha decidió que esperaría otros cinco minutos más y si Gina no llegaba, se iría de inmediato. No soportaba la impuntualidad.
—¡Ya estoy aquí!
Sonó la voz a su espalda. Samantha regresó a ver y se maravilló con la apariencia de Gina, quien se había convertido en una mujer exuberante. Su cabello estaba teñido de un dorado casi blanco y su manera de vestir muy sofisticada. Samantha negó con la cabeza y sonrió a la vez.
—No comprendo por qué no nos vimos en la tienda. —dijo ella.
—¡Ay, Sam! Tú como siempre de aburrida. Yo soy la que no entiendo cómo puedes pasarte ahí encerrada todo el tiempo. Te invité a almorzar en este bonito restaurante. ¿No te ha gustado?
En ese momento la puerta del establecimiento se abrió y Samantha viró el rostro. Un hombre entraba con paso firme y fijó su mirada un segundo en ella y luego miró a Gina, que estaba de espaldas. Samantha lo observó disimuladamente mientras él se sentaba a dos mesas de distancia y tomaba el menú de inmediato.
—Diego me ha dejado. —dijo Gina.
Samantha tardó en reaccionar y entonces miró a su amiga, abriendo mucho los ojos.
—¿De verdad?
—¡Me ha roto el corazón! —Gina se llevó las manos a las mejillas, con evidente gesto de desasosiego.
—Es un idiota. –Refirió Samantha, entrecerrando los ojos— No debes de sentirte así. Los hombres son el mal del mundo.
—¿Quieres hacerme sentir bien? –Gina la reprobó con la mirada.
—Te estoy diciendo la verdad. No vayas a llorar por él. –Samantha se inclinó hacia ella y la señaló con el índice—Te lo prohíbo.
—Demasiado tarde. Lloré toda la noche. ¡Es que no puedo creerlo! Pensé que me quería y... ¡Yo lo sigo amando!
—Pues es la peor tontería que puedes hacer. Los hombres no merecen amor...sino desprecio. –dijo rotunda Samantha.
Gina ladeó la cabeza.
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Mientras vuelves a mí
RomanceSamantha Russo sentía que había perdido las ganas de vivir, cuando su hija decidió quedarse a vivir con su esposo, ante el inminente divorcio. Devastada por verse de pronto sola y sin ningún recurso económico, visita en Sicilia a su querida amiga de...