Todo inició con el brillo de las estrellas y terminó con el resplandor de una sonrisa. ¿Pero acaso alguna de ellas sabía lo que sucedería?
Como ocurrió en todos los hogares durante aquella noche, las familias se reunían para contemplar un cielo tan limpio como nunca antes lo habían visto; algunos desde sus ventanas, otros desde las mismas calles, pero nuestros dos protagonistas lo hacían desde su balcón.
El mayor de ambos, Gregor, estaba tan intimidado observando las estrellas que casi se pierde otro fenómeno, tal vez incluso más importante para el resto de su vida. A su lado, con la sonrisa más esperanzadora y la mirada triste más emotiva, su hermana se había perdido en el cosmos, repleta de preguntas.
Si no lo hubieran visto, nadie se lo hubiera creído; pero ahí estaba, un universo colmado de estrellas que fingían ser pequeñas luces detrás del cristal en forma de cúpula que era la Tierra. Sin embargo, había mucho más que eso: entre ellas, la Vía Láctea.
Sin que la emoción del evento lograra abandonar su piel, la oscuridad se acercaba casa por casa, abrazando a todos aquellos a los que tocaba. Pero las verdaderas intenciones de la oscuridad no las descubrieron hasta que fue demasiado tarde. Con los primeros gritos de auxilio exclamados por sus vecinos, los demás simplemente lo continuaron; como un efecto domino de sorpresa y horror.
Cuando Gregor encendió una vela para lograr ver, ocurrió lo contrario. Tal vez no lo sabía en aquel momento, pero junto con su hermana, su mundo había desaparecido.
Los días siguientes, mientras prevalecían los gritos de los buscadores de los desaparecidos por las calles, Gregor se había sumido en una depresión que lo volvía loco. Creía ver sombras acechándolo a su alrededor, pero aun así permanecía inmóvil en el suelo de su departamento, a oscuras.
Cada día, cada noche, en cada sueño que él tenía volvía al último recuerdo de su hermana para descubrir qué había pasado, sin embargo, siempre era lo mismo: las estrellas brillaban, su hermana le sonreía y una sombra los envolvía a ambos. Pero se le escapaba algo, o tal vez la oscuridad no se lo permitió ver: la sombra no se había llevado a su hermana, ella había desaparecido.
De cualquier modo, la teoría con más sentido para él (ya que ninguna la tenía), era que las sombras la habían raptado al igual que a todas las demás personas. Por esa razón es que se sentía observado, incluso perseguido, cuando estaba en la oscuridad. Creía, tal vez, que si permanecía en las sombras también se lo llevarían a él.
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La teoría de los ecos
Science FictionLa esperanza de un mundo se había extinguido en las últimas miradas de los desaparecidos. Sus más cercanos como testigos presenciaron el desvanecimiento de sus propias vidas ante sus ojos, borrando de sus rostros las más brillantes sonrisas, las mir...