Bebiendo con el diablo

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Lucifer y Alastor estaban sentados en el pequeño bar bebiendo, ya tenían algunos tragos encima y eso hacía que su charla fuera un poco más agradable. Alastor estaba contando algunos de sus chistes realmente malos y Lucifer reía sin parar, Husk los miraba, los dos tenían un humor terrible.

Ahhh espera... -el ángel intentaba recuperar el aliento de tanto reír, limpio una lagrima de su ojo- Por el infierno... tus chistes son realmente horribles... -se le escapo un poco más de risa, Alastor sonreía escuchando al ángel tratando de calmarse-

No muchos pueden apreciar mi humor... -bebió un trago de su vaso- Majestad gustaria acompañarme, podremos continuar... -viendo al ángel suspirar, ya había logrado calmar su risa-

Claro... -se bajó de su asiento y agarro su vaso- aprovechemos la noche... -comenzó a caminar bebiendo-

Dame una botella Husk... -dijo Alastor mirando al cantinero con una gran sonrisa-

Ya bebieron suficiente... -dijo el gato viendo a Alastor, el demonio le devolvió una mirada peligrosa y Husk levanto sus manos en defensiva- Te daré la botella... -busco la botella y se la entrego-

Gracias querido amigo... -tomo la botella y su vaso para alcanzar a Lucifer quien había subido la escalera y lo llamaba-

Vamos Alastor, mi trago se terminó... -la cola diabólica del ángel había aparecido y se movía de un lado al otro impaciente. El demonio de la radio se hizo una sombra y subió rápidamente las escaleras, tomo su forma física y guio al ángel a su dormitorio personal. Husk vio esto y se quedó en silencio sabía que eso era peligroso, llegaron al cuarto del demonio y este puso algo de música-

¿Puedo?... –pregunto Alastor extendiendo su mano invitando a bailar a Lucifer, el ángel dejo su vaso y con una gran sonrisa acepto su mano. Una de las manos del demonio se posó en la pequeña cintura del ángel-

Mhhh... -el ángel había notado las intenciones del demonio- No necesitas estas excusas para tocarme travieso demonio... -una pequeña risa salió de su boca-

No se dé que habla majestad... -la cara de Alastor no podía ocultar que lo habían atrapado, pero seguía disimilando, luego de una risa compartida ambos se pusieron a bailar. Siguieron bebiendo y contando chistes, uno más malo que el siguiente, las risas invadieron el cuarto del demonio por un rato más hasta que se hizo el silencio. Ambos se quedaron profundamente dormidos recostados en el sofá, la botella vacía estaba en el piso y sus vasos sobre la pequeña mesa. Una agradable noche tranquila entre enemigos. -

La sombras se atraen por la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora