Capítulo 21

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-¡Traga, traga, traga, traga, traga! - los gritos me perforaban cada zona del cerebro y aún así, como un idiota, era incapaz de dejar de sonreír. Veía desenfocado al tío que había delante de mí, un tío grande, con una prominente barriga y joven, de unos veinticinco, con la cara mal afeitada y los ojos ya llorosos de tanta bebida y tan fuerte, tan cargada. No pudo más y, finalmente, cayó hacía atrás, llevándose la jarra del ponche consigo, tirándosela encima y haciendo volcar la silla, aplastándola con tanta grasa y destrozándola. Más gritos. Mi risa de gilipollas se ensanchó y, haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, envolviendo mi estómago revuelto en una burbuja de puro alcohol, sintiendo como la sangre en mis venas había desaparecido por completo para dejar paso a ese fuerte líquido que me subía directamente al cerebro, me llevé la gran jarra de ponche a los labios y en seis sorbos, me la tragué entera. Cinco jarras completas. Había ganado.



-¡Uehhh! - gritos de histeria por todas partes sólo consiguieron aturdirme aún más, haciéndome difícil el conseguir levantarme del taburete por mi propio pie con tanta gente dando vueltas alrededor de mí, tantos colores revoloteando alegremente. Todo el mundo se me empezó a pegar y a tocarme felizmente por todos lados, de manera amistosa.



-¡Puede que seas un maricón, pero eres el maricón mas enrollado que he conocido!



-¡Que te den... hip... por el culo! - solté, entre risitas estúpidas y pasos totalmente descompasados.



-¡Ese Billy, ese Billy, ueh, ueh! ¡Ese Billy, ese Billy, ueh, ueh! - y ahora se ponían a corear a mi alrededor. Me sentía como un hippie fumado de los sesenta, incapaz de dejar de reír como un idiota, con cara de drogado divirtiéndose bajo los efectos de la marihuana y era gracioso, alucinante, incluso divertido... hasta que empecé a notar los efectos secundarios.



-¡Vale ya, vale ya! ¡He ganado! - me subí a la mesa, alzando las manos, vociferando - ¡Invitadme a otra ronda!



-¡Uehh! - En ningún momento se me ocurrió que estaba haciendo el imbécil totalmente. De todas formas, no era el único que lo hacía.



-¡Ese Billy, ese Billy, ueh, ueh! - ¡Si me puse a hacer palmas y todo incitando a todo el mundo a que me siguiera aclamando! Por supuesto, mi vena de famoso rockero tuvo que aflorar justo en ese momento. Ahora tenía más claro que nunca que ser el vocalista de un grupo famoso era mi destino por mucho que luchara contra él.


Alguien abrió una botella de champán, agitándola y dirigiendo el chorro a presión hacía mí, bañándome entero de arriba abajo.



-¡Eh, eh, eh que está frío!



-¡Uehh!



-¡No creáis que voy a dejar que me la metáis por el culo por mucho que gritéis, eh! ¡Más quisierais pijos de mier...! - de un tirón, sentí el suelo acelerarse hacía mi cabeza. Me escurrí sobre la mesa y caí al suelo de espaldas, dándome el mayor hostión de mi vida. Bueno... lo hubiera sido si no llega a ser porque había alguien debajo que impidió el tremendo golpe contra el duro mármol.


Por unos momentos estuve a punto de dormirme allí, sin ganas de levantarme, sólo con ganas de dormir y olvidarme de todo. Cerré los ojos, sin apenas percatarme del movimiento que había debajo de mí. Alguien me agarró los hombros, sacudiéndome con brusquedad.



-¡Bill, Bill, imbécil! ¡Levanta! - abrí los ojos de golpe. A ese tío yo lo conocía de algo...



-¡Coño, pero si es mí mejor amigo, Sparky, el chucho atómico! - y me empecé a reír por mi propia broma.



-¡Pero que gilipolleces dices! ¡Levántate idiota! - me puso de pie, tirándome del brazo.



-¡No quiero! - empecé a patalear.

Muñeco By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora