Capítulo 14

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Aparté el vaso de vodka de mi boca y lo dejé sobre la barra, tragando saliva. Ahí estaba, entrando por la puerta del bar, sin percatarse de mi presencia. Fue hacía la barra y le dijo algo a su madre. Sus padres eran los dueños del bar y él a veces se dedicaba a echarles una mano, sobretodo durante las vacaciones de Navidad. Entró en el interior del bar y salió a los dos minutos, vestido como su padre, para atender a los clientes.



Esa era mi oportunidad. Alcé el vaso y vino hacía mí con tranquilidad. Una tranquilidad que se esfumó cuando me reconoció.



-Ho-hola Gus. - le saludé, intentando no tartamudear aunque la cosa no parecía funcionar muy bien. Me aparté las gafas de Sol de los ojos y las coloqué en mi cabeza, a modo de felpa. Gustav me miró con una seriedad enorme, impropia en él y me dio la espalda. ¿Qué? ¿Me iba a ignorar?



-Gus, Gus, ¡Gus, espera! - me levanté de un salto y le seguí en su paseo hacía otra mesa. -


Tengo que explicarte...



-Estoy ocupado. ¿No ves que estoy trabajando? - soltó, áspero, sin ni siquiera mirarme.



-¡Si, ya, pero tengo que explicarte...!



-No me tienes que explicar nada, Bill. Es más, prefiero no saberlo. - se detuvo delante de una mesa, preguntando por las bebidas. No pensaba dejarle ir tan fácilmente, de hecho, no pensaba dejarle ir.



-¡Sólo cinco minutos, Gus! - interrumpí a los clientes, sin importarme nada parecer grosero o la mierda que pensaran de mí.



-Ignórenlo, por favor. - dijo, totalmente indiferente, escribiendo el encargo en la libreta. Muy bien, a mí no me ignoraba nadie, ¡Nadie! Que alguien me ignorara me sentaba como un latigazo en el culo... bueno, no, eso me gustaba. ¡Como una plancha hirviendo en la cara!



-¡Gustav, cariño, puedo explicártelo, yo en realidad no quería pero es que me siento tan solo por las noches sin ti! - Gustav se puso tenso, tenso y rojo cuando empecé a gritar. Todo el mundo se nos quedó mirando con cara de ¿Qué pasa aquí? ¿Y esos gritos? Y yo seguí, sin vergüenza, porque sencillamente, tenía bastante poca. - ¡Gustav, sabes que yo te quiero, no lo volveré ha hacer, te lo juro! ¡Vuelve conmigo, por favor!



-¡Bill, cállate!



-¡¿Por qué no me escuchas?! ¿¡Ya no me quieres!? ¿¡Y todas las noches que hemos pasado juntos ya no significan nada para ti!? - murmullos, murmullos, escándalo. Venga, esfuérzate Bill y ponte a llorar. - ¡Gusi, cariño, es que tengo que arrodillarme y...! - antes de que terminara y las lágrimas me estropearan el maquillaje, Gustav me puso una mano en la boca y, rojo como un tomate, me agarró del brazo y empezó a tirar de mí fuera del bar, a rastras. Me sacó fuera y me soltó bruscamente, hecho una furia.



-¿Eres gilipollas o te lo haces?



-¡Necesito que me escuches, tienes que escucharme! ¡Lo que vistes ayer...!



-¡Sé lo que vi ayer, es más que obvio, no necesito que me expliques que es lo que estabas haciendo con Tom! ¡Sé reconocer lo que es echar un polvo, Bill! - tragué saliva. Estaba muy, muy, muy enfadado. Suspiré, observando como el color rojo furia desaparecía de su cara poco a poco mientras yo empezaba a preparar las palabras adecuadas con las que explicarle todo. Todo. Sin excepciones. Era hora de dejar de fingir y soltar las cosas claras.



-Gustav... - alcé una ceja, más que sorprendido al ver como se llevaba un cigarrillo a la boca y lo encendía con un mechero, guardándoselo luego en el bolsillo derecho del pantalón. - ¿Desde cuando fumas?

Muñeco By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora