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Checo

Miré fijamente a mi gran compañero alienígena, el amor de mi vida, mi maldita alma gemela, y  tuve que resistir las ganas de masajearme el puente de la nariz.

-¿Qué acabas de decir? - pregunté lentamente.

Si era listo, daría marcha atrás y se disculparía. Bajo ninguna circunstancia repetiría lo que había dicho.

-He dicho... que no eres capaz de nada, - repitió Versta  lentamente, con cara de pensar que podía estar cayendo en una trampa, pero no estaba seguro.

Mis labios se apretaron en una fina línea. Intenté mantener la calma, salvo que estaba rodeado de trozos de madera y ramas que había pasado las últimas dos horas intentando convertir en una cuna y ya había superado con creces ese punto.

-Versta, -dije lentamente, -soy el único antropólogo alienígena de este planeta. Soy la única persona cualificada para hacer el trabajo que he estado haciendo, y lo he estado haciendo muybien, ¿verdad? -

Abrió la boca para responder, pero yo no había terminado.

-He estado investigando los registros escritos de los nassa, entrevistando a eruditos,aprendiendo literalmente todo lo que he podido sobre tu planeta y tu gente, y lo he estado haciendo por mi cuenta. Y soy perfectamente capaz de hacer una maldita cuna. -

Esperó a estar seguro de que no iba a seguir antes de hablar esta vez, y dijo con voz cuidadosa,pero aún confusa: 

-Sí. Eres muy bueno en tu trabajo. Sólo que... no entiendo por qué tienes que hacerlo. -

Estaba tan agotado de repente, que ni siquiera tenía palabras para luchar contra el cansino argumento.
-En cuanto a la cuna... ¿Por qué no quieres que el bebé duerma con nosotros? -

Lo miré fijamente, aún sin palabras. Me parecía que estábamos dando vueltas en círculo. Se lo había explicado más veces de las que podía contar, pero él seguía sin entenderlo. No podía entender lo fuera de mi elemento que me sentía, lo extraño que era todo esto para mí. Y estaba harto de intentar hacerle entender cuando no podía.

-Sólo quiero una cuna, - dije, con voz sorprendentemente fría y controlada. -Quiero una cuna y un puto móvil y una mecedora y cualquier otra cosa que necesite para sentirme menos solo. -

Los ojos de Versta se abrieron de par en par. Dio un paso hacia mí, pero yo necesitaba espacio y retrocedí. Hizo una pausa, tomándose un momento para ocultar el dolor en sus ojos.

- ¿Cómo puedes sentirte solo cuando estamos juntos? - preguntó inquieto.

Me encogí de hombros, con la histeria burbujeando bajo la superficie.

-No lo sé, - dije. -Quizá sea porque me he convertido en un experimento científico, Versta. Solo mírame. Mírame. -

Se quedó mirándome.

-Estoy embarazado. - Dejé que lo asimilara, y ahora parecía realmente alarmado y no pude contenerme. Todas las emociones difíciles estallaron en forma de lágrimas y risa histérica al mismo tiempo.

-Lo sé, - jadeé. -Sé que esto es normal para ti, pero no lo es para mí. Es tan poco normal que me he convertido literalmente en un espectáculo secundario para el resto del universo. Versta. ¿Loentiendes? -

Por lo visto, sí, y por lo visto, ya no me dejaría despotricar y derrumbarme,  porque pasó por encima de todos los trozos de madera y me cogió en brazos, sin dejar lugar a protestas. Me llevó a la cama y se sentó, me abrazó y me envolvió en las mantas, luego me besó en la cabeza mientras la risa moría en mis labios y sólo quedaban sollozos.

The Alien's Pregnant Omega IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora