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Versta

Me desperté al oír un resoplido y abrí los ojos de inmediato. Checo  estaba tumbado con la cabeza apoyada en mi hombro, ambas manos sobre su vientre distendido. Antes de que pudiera preguntarle qué le pasaba, vi un movimiento. Checo  jadeó y todo lo que había estado nublando mis pensamientos durante semanas dejó de existir cuando apoyé la mano en su vientre y sentí una patada. Durante mucho tiempo, ninguno de los dos pudimos hablar. Durante mucho tiempo reinó la quietud, sólo interrumpida por el sonido de nuestras respiraciones y los silenciosos mocos de Checo .Entonces, el bebé volvió a moverse suavemente bajo la piel.

Cerré los ojos con fuerza, incapaz de concentrarme en otra cosa que no fuera la sensación de la cálida piel de Checo  bajo mi mano.

-Nuestro bebé, - susurró Checo en voz baja. -Está bien. -

Se me estrujó el corazón y apreté a Checo contra mi pecho, abrazándolo.

-Lo está,- asentí y estampé un beso en la sien de Checo mientras él respiraba entrecortadamente.

-Mi médico aún no ha llegado al planeta. No podría hacer mucho para ayudarme, la verdad. -

Tragó saliva y, cuando se movió lo suficiente para poder mirarme con su vacilante y vidriosa mirada castaña , me invadió la esperanza.

-Quizá no necesite al médico humano. -Sonaba tan inseguro que no quise asustarlo. 

Al mismo tiempo, haría todo lo posible por convencerle de que se pasara a los médicos nassa.

Después de la última historia que me había contado, una sensación como de insectos zumbando en el pecho me invadía casi constantemente, pero no había sabido cómo solucionarlo. No podía obligar a Checo  a hacer las cosas que quería que hiciera. Nuestra relación había empezado con mal pie: le había hecho sentirse sin voz, y no quería que volviera a sentirse así.

-Creo que es la mejor opción, - dije finalmente, con cuidado. -Y si eso es lo que quieres, te apoyaré.- 

Fue como si Checo  se quitara un peso de encima y la confusión que sentía en mi interior se convirtiera en calma. Nos levantamos para arreglarnos juntos y Checo no podía dejar de sonreír, lo que a su vez  hizo que yo no pudiera dejar de hacerlo. Nos dimos más de un beso y, mientras Checo  se vestía, caí de rodillas para darle un beso en el vientre, donde nuestro hijo había estado presionando y moviéndose contra la piel.

Ahora estaba quieto, pero sabía que sólo dormía y, de repente, este viaje me pareció diferente. Pasó de ser algo que me preocupaba a algo que me entusiasmaba. Checo me cogió la cara con las manos, inclinándola hacia arriba para que le mirara, y luego bajó, apretando los labios contra los míos y acariciándome el pelo con cariño.

-No le digamos todavía a Nico que se está moviendo, - dijo Checo , con los ojos brillantes mientras una sonrisa emocionada se apoderaba de su rostro. -Ya es un gran día para él. No quiero distraerle de su subasta. -

Sonreí y le estreché en un abrazo, apoyando la mejilla contra mi hijo.

-Eres tan considerado y amable, - le informé. -Te lo mereces todo. -

Me abrazó con fuerza durante un momento y luego lloriqueó.

-No me hagas llorar otra vez, - me advirtió.

Levanté la mirada, encontrando sus ojos húmedos y una sonrisa en su rostro.

-Mientras sean lágrimas de felicidad, - susurré, apartándolas suavemente. 

Me puse en pie.

-Tienes razón, por supuesto, - dije. -Probablemente ya es casi la hora de que los omegas preparen a Nico para su gran día. -

The Alien's Pregnant Omega IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora