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La vida es dura, pero más dura es mi verdura

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La vida es dura, pero más dura es mi verdura. Me llamo Arlette Potter, pero eso ustedes ya lo saben.

He muerto varias veces a lo largo de esta historia y tengo una lista de incontables traumas. Por ejemplo, hace dos días Voldemort, mi archienemigo regresó de la muerte, trató de matarme pero yo soy como una cucaracha, no me muero, me multiplico.

Estaba con Clarisse viendo la reunión de las viejas cabras onduladas. Había un montón de sátiros sentados en círculo sobre la hierba. Grover permanecía de pie, en el centro, frente a tres sátiros orondos y viejísimos que se habían aposentado en unos tronos confeccionados con rosales recortados.

Nunca había visto a aquellos tres sátiros ancianos, pero supuse que serían el Consejo de Sabios Ungulados.

Grover parecía contarles una historia. Se retorcía el borde de la camiseta y desplazaba nerviosamente su peso de una pezuña a otra. No había cambiado mucho desde el invierno anterior, quizá porque los sátiros envejecen sólo la mitad de rápido que los humanos. Se le había reavivado el acné y los cuernos le habían crecido un poco, de manera que asomaban entre su pelo rizado. Advertí con sorpresa que me había vuelto más alto que él.

Percy vino hacia nosotras, Clarisse, Annabeth y Enebro, la novia de Grover.

Clarisse llevaba su áspero pelo castaño recogido con un pañuelo de camuflaje. Se
la veía más corpulenta que nunca, como si hubiese estado entrenando.

Annabeth rodeaba con el brazo a Enebro, que parecía estar llorando. Era bajita —menuda, supongo que debería decir—, con un pelo lacio color ámbar y una carita muy mona de estilo elfo. Llevaba una túnica verde de lana y sandalias con cordones, y se estaba secando los ojos con un pañuelo.

—Esto va fatal —gimió.

—No, no —dijo Annabeth, dándole palmaditas en el hombro—. No le pasará
nada, Enebro, ya lo verás.

Me sobé la cien. De que iba fatal iba fatal, nadie podía negarlo, Annabeth solo intentaba ser optimista.

—¡Maestro Underwood! —gritó el miembro del consejo que se hallaba a la derecha, cortando a Grover en seco—. ¿De veras espera que creamos eso?

—Pe... pero, Sileno —tartamudeó Grover—, ¡es la verdad!

El tipo del consejo, Sileno, se volvió hacia sus colegas y dijo algo entre dientes.

Viejo mamaguevo ese.

Quirón se adelantó trotando y se situó junto a ellos. Entonces recordé que era
miembro honorario del consejo, aunque yo nunca lo había tenido muy presenté. Los
ancianos no causaban una gran impresión.

Me recordaban a las cabras de un zoo
infantil, con aquellas panzas enormes, su expresión soñolienta y su mirada vidriosa,
que no parecía ver más allá del siguiente puñado de manduca. No lograba entender
por qué Grover estaba tan nervioso. Sileno se estiró su polo amarillo para cubrirse la panza y se reacomodó en su trono de rosales.

—Maestro Underwood, durante seis meses, ¡seis!, hemos tenido que oír esas afirmaciones escandalosas según las cuales usted oyó hablar a Pan, el dios salvaje.

—¡Es que lo oí!

—¡Qué insolencia! —protestó el anciano de la izquierda.

—A ver, Marón, un poco de paciencia —intervino Quirón.

—¡Mucha paciencia es lo que hace falta! —replicó Marón—. Ya estoy hasta los
mismísimos cuernos de tanto disparate. Como si el dios salvaje fuera a hablar... con
ése.

Enebro parecía dispuesta a abalanzarse sobre el anciano y darle una paliza, pero entre Clarisse y Annabeth lograron sujetarla.

—Eso sería un error —murmuró Clarisse—. Espera.

No sé cuál de las dos cosas me sorprendía más: que Clarisse impidiera a alguien meterse en una pelea o que ella y Annabeth, que no se soportaban, estuvieran como
quien dice colaborando. Las cosas habían estado raras desde que había regresado de Hogwarts.

—Durante seis meses —prosiguió Sileno—, le hemos consentido todos sus caprichos, maestro Underwood. Le hemos permitido viajar. Hemos dado nuestra autorización para que conservara su permiso de buscador. Hemos aguardado a que nos trajera pruebas de su absurda afirmación. ¿Y qué ha encontrado?

—Necesito más tiempo —suplicó Grover.

—¡Nada! —lo interrumpió el anciano sentado en medio—. ¡No ha encontrado nada!

—Pero Leneo...

Sileno alzó la mano. Quirón se inclinó y les dijo algo a los sátiros, que no parecían muy contentos: murmuraban y discutían entre ellos. Pero Quirón añadió algo y Sileno, con un suspiro, asintió a regañadientes.

—Maestro Underwood —anunció—, le daremos otra oportunidad.

Grover se animó.

—¡Gracias!

—Una semana más.

—¿Cómo? Pero ¡señor, es imposible!

—Una semana más, maestro Underwood. Si para entonces no ha podido probar us afirmaciones, será momento de que inicie otra carrera. Algo que se adapte mejor
a su talento dramático. Teatro de marionetas, tal vez. O zapateado.

—Pero, señor... no... no puedo perder mi permiso de buscador. Toda mi vida...

—La reunión del consejo queda aplazada temporalmente —declaró Sileno—. ¡Y
ahora vamos a disfrutar de nuestro almuerzo!

Los viejos sátiros dieron unas palmadas y un montón de ninfas se desprendieron de los árboles con grandes bandejas llenas de verdura, fruta, latas y otras exquisiteces
para el paladar de una cabra. El círculo de sátiros se deshizo y todos se abalanzaron
sobre la comida. Grover se acercó a nosotros, desanimado. En su camiseta descolorida se veía el dibujo de un sátiro y un rótulo: «¿TIENES PEZUÑAS?»

—Hola, Percy —dijo, tan deprimido que ni siquiera le tendió la mano a su amigo—. Me ha ido de maravilla, ¿no os parece?

—¡Esas viejas cabras! —masculló Enebro—. ¡Ay, Grover, ellos no tienen ni idea de cuánto te has esforzado!

—Hay una alternativa —intervino Clarisse con aire sombrío.

—No, no. —Enebro movió enérgicamente la cabeza—. No te lo permitiré, Grover.

Él se puso lívido.

—Tengo... que pensarlo. Pero ni siquiera sabemos dónde buscar.

—No estás solo en esto, Grover —le puse una mano en el hombro —Si decides que sí, iré contigo quieras o no.

—¿De qué estáis hablando? —preguntó mi amigo el pescado.

Una caracola sonó a lo lejos. Annabeth apretó los labios.

—Luego te lo explico, Percy. Ahora será mejor que volvamos a las cabañas. Está empezando la inspección.

 Está empezando la inspección

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³CENTURIES (PJO&HP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora