Madre, Tú Me Tuviste, Pero Yo Nunca Te Tuve A Ti...

Capítulo 8

— Eso hacemos, hermano. Estoy seguro de que tu querida madre ya está enviando hombres hacia nosotros

El príncipe desenvainó su espada.

— Déjala. Estarán muertos en una hora

Salieron sigilosamente del Pozo y salieron a las calles. Al mirar hacia arriba, Aemond vio a Caraxes y Meleys patrullando la ciudad, burlándose de los arqueros que estaban apostados en los muros exteriores de la Fortaleza.

Juntos, los hermanos hicieron el viaje hasta el gran castillo. Todo el pueblo se detuvo al pasar, mirándolos con asombro. Los hijos del rey Viserys nunca habían sido cercanos, eso era cierto, pero allí estaban, unidos.

Aemond sintió que el orgullo lo recorría.

No fueron detenidos mientras marchaban por las puertas principales de la Fortaleza Roja, ya que cada caballero estaba ocupado con los dos dragones que volaban sobre su ciudad. La distracción.

Era Lord Jason Lannister quien estaba allí para recibirlos en las puertas principales, con una docena de caballeros Lannister a su lado.

— Princesa Rhaenyra — saludó con aire de suficiencia.

Aegon se burló.

— Ese es el título equivocado, imbécil llorón

Jason tragó.

— Su excelencia, me temo que la princesa la ha manipulado
— Guárdalo", gruñó Aemond — Hablas demasiado

El señor Lannister frunció el ceño.

— La Reina Viuda extraña a sus hijos, mi príncipe. Anhela verlos a salvo
— Entonces debería haber entregado el trono a su legítimo heredero — dijo simplemente Aegon.
— Un hijo viene antes que una hija

Ahora, Rhaenyra habló.

— ¿Según la ley de quién? El heredero es el heredero. Si no fuera así, tu propio gemelo podría reclamar Casterly Rock y convertirse en Lord Lannister

Jason la miró fijamente.

— No te corresponde hablar, puta

La daga de Aemond estaba fuera de sus manos antes de que el cabrón pudiera decir otra palabra.

La hoja se hundió en la carne de la garganta de Jason Lannister y el señor cayó de rodillas al instante.

Sus caballeros estaban tan conmocionados que no vieron a Aemond y Aegon atacar. Rhaenyra desenvainó su propia espada, un regalo del Príncipe Daemon, y se encargó de dos caballeros distraídos que no habían notado su movimiento.

Trece cuerpos yacían inmóviles fuera de la Fortaleza Roja.

— Vamos — jadeó Rhaenyra, indicando a sus hermanos que la siguieran — Los barcos de Lord Tully serán los primeros en llegar

Aemond sonrió.

Es hora de que reclamen el trono de su hermana.

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Rhaenyra observó cómo los sirvientes se alejaban, claramente asustados por los Targaryen.

A su lado, Aemond mantenía una mano sobre su espada, al igual que Aegon. Rhaenyra mantuvo a Helaena cerca de ella, la herida de esta última ahora estaba curada y la sangre se mantenía al mínimo.

La sala del trono quedó sin vigilancia, a excepción de Ser Steffon Darklyn de la Guardia Real, quien dobló la rodilla cuando los hermanos aparecieron.

— La Reina Viuda está aquí — les informó, abriendo las puertas.

Alicent estaba sentada en lo alto del trono, con su cabello castaño rojizo desordenado y su vestido arrugado.

— Princesa — reconoció — Veo que te has llevado a mis hijos
— Al contrario — respondió Rhaenyra — Tus hijos han tomado sus decisiones, las cuales yo honraré. A diferencia de ti, al parecer
— Hice lo mejor para el Reino

La reina soltó una carcajada.

— No, sólo hiciste lo mejor para ti. Poder es lo que quieres, Alicent, lo que deseas

Alicent tragó.

— Aegon es el verdadero rey

El propio Aegon se cruzó de brazos.

— No, madre, no lo soy. Nuestro padre nombró a su heredero y, sin embargo, tú lo desafiaste abiertamente
— ¡Él quería que fueras rey!

Rhaenyra frunció el ceño.

— Mi padre, que defendió mi reclamo durante veinte años de repente... ¿cambió de opinión? Vamos, Alicent, seguramente no eres tan tonto
— Mi señor esposo habló en su lecho de muerte. Habló de un príncipe que uniría el Reino, y que dependía de mí asegurar que eso sucediera

La reina avanzó.

— La profecía fue escrita en alto valyrio. Ilumíname, mi querida madrastra. ¿Cuál es la palabra para príncipe en alto valyrio?
— E-Es
— Darilaros... Y cuál es la palabra para princesa?

Alicent apretó la mandíbula.

— No lo sé
— Darilaros — dijo Aemond, la comprensión apareció en su rostro — Príncipe y princesa significan lo mismo. El que nos une a todos puede ser hombre o mujer

La Reina Viuda se levantó del trono.

— ¡Pero él me dijo la profecía!

Aegon apretó los puños.

— ¡Tenías al hombre drogado con leche de amapola! ¡Por lo que sabemos, podría haberte confundido con Rhaenyra!

Alicent negó con la cabeza.

— No, no, estaba destinado a mí

Rhaenyra cerró los ojos.

— Has ido demasiado lejos, Alicent
— He respetado la ley

El rojo nubló la visión de la reina.

— ¡MI ÚNICA HIJA ESTÁ MUERTA! — gritó, el sonido resonó por toda la habitación — Ella está muerta porque eras tan egoísta y cruel. ¿Cómo pudiste hacerme esto, Alicent? Eras mi amigo
— Me mentiste. Sobre Cole
— Porque sabía, como todos los demás, que correrías directo hacia tu padre como el buen perrito faldero que eras

Alicent tenía lágrimas en los ojos.

— ¿Está muerto?

Rhaenyra se acercó a su antigua amiga.

— No. No está muerto. Le falta una mano, pero no está muerto. Ahora Cole...

Su mano voló hacia su boca.

— Eres una asesina

Sonaron pasos.

— Ella no lo mató, madre — Aemond levantó la barbilla — Hice."

La boca de Alicent intentó formar palabras.

— ¿Por qué?
— Intentó matar a mi reina
— Ella no es tu-"
— ¡ELLA ES! — él gritó — Padre está muerto y ella es la reina. La única persona que parece no poder aceptarlo eres tú. Pero claro, nunca has podido aceptarlo. Siempre has querido más, madre. Y si significaba llevarnos contigo, que así sea
— Los amaba. Los amo a todos

Esta vez fue Helaena quien alzó la voz.

— No, madre, te encantaba la idea de que tu línea de sangre gobernara Poniente. Te casaste con Aegon y conmigo para fastidiar a Rhaenyra y conseguir herederos para ti. Fue agotador para ambos y lo sabías

Al ver que la superaban en número, Alicent pasó corriendo junto a Rhaenyra y trató de acercarse a su hija. Pero Aemond se interpuso en su camino.

— Por favor, Aemond — suplicó la reina viuda.

Aemond sonrió.

— Siempre hablabas mal de los chicos de Rhaenyra, denunciándolos como bastardos. Lo que no podías darte cuenta es que los mismos defectos que acusabas a nuestra hermana de poseer... en realidad existían bajo tu propio techo

Los ojos de Alicent se abrieron, horrorizado

— NO
— Sí
— Tú-Helaena, ¿por qué harías esto?

Helaena levantó la barbilla.