La Caja de Pandora

Capitulo 5 - La sabiduría comienza en la maravilla

Me senté fuera de la posada, sumergiéndome en la quietud de la noche y contemplando el cielo estrellado que se extendía sobre mí. Las estrellas brillaban con una intensidad hipnótica, como si guardaran secretos ancestrales en su destello intermitente.

Apenas podía dormir, mi mente revoloteaba entre pensamientos y una sensación extraña se apoderaba de mi pecho, como un presentimiento indefinido que se negaba a ser ignorado.

El susurro del viento nocturno me envolvía, trayendo consigo el aroma fresco de la hierba y la tierra. Me encontraba en un estado de contemplación, buscando respuestas en el vasto lienzo del universo que se extendía sobre mí.

En el infinito vacío de la noche, mientras me sumergía en la contemplación del cielo estrellado, mis ojos se posaron en un grupo de personas que avanzaban en una especie de procesión hacia el majestuoso templo de la ciudad. La luz de la luna iluminaba su camino, revelando el brillo de antorchas y el murmullo de voces que se elevaban en cánticos sagrados.

Recordé entonces que nos encontrábamos bajo el dominio de Poseidón, el poderoso dios del mar, lo que significaba que su templo debía ser uno de los más imponentes y venerados de la ciudad. Las columnas majestuosas y la arquitectura imponente del templo se recortaban contra el cielo nocturno, destacando su importancia en el corazón de la comunidad. Me pudo la curiosidad y seguí a aquel grupo de gente por las calles hasta la entrada de un sótano en medio de la plaza - quizás era un camino más corto hasta el templo - pensé para mi, me escabullí entre ellos y bajé escaleras, tantas que apenas pude contarlas. La tenue luz de las antorchas proyectaba sombras danzantes en las paredes de lo que parecía ser un túnel subterráneo, revelando una estructura sorprendentemente bien cuidada y una arquitectura impresionante que adornaba su interior. El túnel parecía ser bastante transitado, como lo indicaban las huellas de pisadas marcadas en el suelo y el desgaste en las paredes.

La gente se detuvo en una sala circular que había en el centro, todos ellos miraban hacia el suelo, como si estuvieran esperando que algo o alguien les indicará qué hacer a continuación. Un silencio tenso se apoderó del lugar, solo interrumpido por el murmullo de las voces y el crepitar de las antorchas.

Observé la sala y pude ver en el centro el símbolo de la orden de los antiguos, pero Teon no comentó nada cuando llegamos, un hombre bien vestido, con una túnica púrpura y varios adornos dorados se situó en el centro de la sala.

- Señores, hoy nos reuniomos aqui por orden de los dioses, hemos de comenzar con nuestra enmienda y crear el recipiente que contendrá... - un fuerte ruido interrumpió al hombre haciendo que se generará un alboroto en la sala, lleno de murmullos y miradas confusas.

Un grupo de hombres armados se pararon en la puerta, por lo que pude oír venían en nombre del monarca para disolver esta "brujería" Algunos intentaron salir corriendo pero fueron atrapados sin mucho esfuerzo, solo había una salida y estaba tapada por los guardias. Sin decir nada, me mezcle entre la multitud que estaba siendo dirigida hacia el exterior, uno de los soldados se me quedó mirando fijamente, pude notar como su mirada perforaba mi alma e intentaba entender cómo había llegado a esta situación. Salimos a la calle y avanzamos varios metros, tenía que esperar el momento para salir de aquí, pero aquel soldado seguía observándome con una intensidad inquietante, sus ojos seguían cada uno de mis movimientos con una determinación implacable. Me sentía como presa en su mirada, atrapado en un juego de gato y ratón donde cada paso podía significar la diferencia entre la libertad y la captura.

Una pequeña brisa arremetió contra nosotros levantando una pequeña polvareda, aprovechando su momentánea ceguera, di un paso decisivo hacia un costado y me deslicé entre la multitud que avanzaba, aprovechando la confusión causada por el repentino cambio en las condiciones del clima. Con cada paso, sentía la adrenalina correr por mis venas, consciente de que estaba librando una batalla contra el tiempo y la vigilancia del guardia.