Memorias

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Jimin caminó sin notar que seguía dando vueltas en círculos entre urbanizaciones cercanas a su casa. No podía entender lo que pasó –lo que vio– pero no podía ser idiota e ignorar todo lo que Jungkook había tenido que pasar para llegar ese punto.

Su mente viajó rápidamente entre sus recuerdos y terminó sintiendo una migraña bastante intensa que no pudo calmar con simples pastillas.

En emergencias, el médico de turno solicitó que se le administrara medicamentos fuertes por vía intravenosa con una botella de litro de suero fisiológico para la deshidratación.

El dolor de cabeza y la escena de unas horas antes colaboraron en el revoltijo de emociones que sacudieron su cuerpo y su estómago por segunda vez, siendo esta la razón por la que se le colocó suero.

—¿Qué pasó, cariño?—preguntó su madre arreglando su cabello.

—Solo comí algo que me hizo mal.—respondió evitando a toda costa decirle la verdad.

El 26 de noviembre siempre fue un día festivo para su familia. El hijo mayor de la familia Park cumplía años y sus padres se preocupaban por cocinar y darle buenas propinas antes de ir a estudiar para poder esperarlo con un hermoso pastel que Jimin se encargaba de recoger.

Sin duda sus mejores días, el 26 de noviembre ya llegaba y no había nada que celebrar, ellos se fueron y su hermano mayor seguía en Busan.

Es tan difícil separarse cuando los caminos nos llevan a lugares diferentes.

—Mañana en 26 de noviembre.—soltó el menor al llegar a casa.

—¡Demonios! No he ido a visitar a la tía porque esta casa me ha mantenido ocupada. Debería comprar flores y un pañuelo para limpiar su vitrina.—dijo su mamá preparandole una sopa suave.

—Que ingratos hemos sido.—añadió su padre regando la planta de macetero que tenían en la sala.

Jimin no dijo más, subió a su habitación arrastrando los pies hasta el momento en el que cerró la puerta y avanzó rápidamente hacia el último compartimento de su mesa de noche. El único que tenia seguro y llave para evitar que sus padres se tomaran el tiempo de meter la mano en sus asuntos.

De la gabeta sacó el mismo expediente que meses antes el abogado de su familia se negó a leer.

—Prometo hacer justicia. No importa cuanto pase, se que de aquí en adelante puede que me comporte como un mocoso malcriado, pero debes tener paciencia.—susurró observando algunas fotos en la carpeta.

Los días que le otorgaron de descanso medico terminaron y tuvo que volver a la escuela y esperar miles de preguntas por su ausencia que trató de evitar a toda costa. Quería olvidarlo todo, pero por alguna razón su subconsciente se encargaba de torturarlo mezclando vivencias que no le pertenecían.

Él estaba bien, tenía un mejor semblante, volvió a ser buen estudiante y aunque no era el mejor, parecía estar yendo mejor.

Durante unas semanas evitó encontrárselo más que en clases y a toda costa evitaba su mirada.

¿Estaría extrañado por su repentino alejamiento?

¿Se preguntaría por qué de un momento a otro dejó de hostigarlo?

Quizás solo su imaginación moribunda estaba dándole una vista panorámica de lo que no pasaría y terminaba dándole miles de ideas no podría poner en practica.

NamJoon de vez en cuando preguntaba sobre la decisión de mantenerse al margen, pero este solo repetía que ya no necesita de su ayuda.

Tal vez era momento de dejarlo equivocarse, después de todo ese miserable fue el único refugio que encontró.

Trataba de responderse a sí mismo antes de pensar demasiado en ello.

Una noche, entre las tres y cuarenta o las tres y cincuenta, despertó de un susto que le hizo sudar frío por la espalda haciendo que su cuerpo temblara.

Cuando la tragedia llegó a su vida, no pudo más que soportar la mayor parte de ella en silencio.

Había sido parte de todo aunque solo fuese espectador, sucedieron tantas cosas ante sus ojos que no podía ignorar fácilmente a pesar de intentarlo una y otra vez.

No podía quitarse el asco de la boca. No podía dejar de sentir que tenía la responsabilidad moral de hacer algo.

Pasaba los días intentando decidir que sería lo mejor que podía hacer, pero qué podía hacer un adolescente sin recursos, sin voz y sin credibilidad.

—Tienes que olvidar el pasado.—se repetía en el espejo intentando animarse a solo pasar la página, pero el expediente guardado en aquel cajón con seguro no se lo permitía.

Intentó acercase a Jungkook, trató de ver por su bienestar, pero este parecía odiarlo.

—Solo quiero ser cercano a tí.—se excusó después de que el pelinegro se levantara de la mesa del comedor donde Jimin se sentó pretendiendo acompañarlo.

—Yo no quiero ser cercano a tí.—respondió antes de irse.

—Deberías dejar de insistir.—habló NamJoon acercándose a su amigo.

—No es asunto tuyo.—replicó tomando sus palillos para comenzar a a comer.

—La vida de él tampoco es asunto tuyo y sigues siendo molesto.

Yoongi apareció en el momento preciso para evitar una discusión que no los iba a llevar a ningún lado.

—¿Alguna vez tuvieron una hemorragia anal?—preguntó sin reparo mientras acomodaba su bandeja de alimentos.—¿No? Yo sí. Llevaba tres días sin poder cagar, ayer estaba desesperado y comí algo tan inofensivo como una sandía. Para muchos una simple fruta, pero para mí un laxante. No imaginan lo doloroso que fue sacar esos trozos de mi culo. Lo juro, uno de los peores dolores que he sentido, me desgarré el ano y cuando me estaba limpiando me di cuenta de la cantidad de sangre qué había en el inodoro. Estaba goteando y me desesperé. ¿Qué le diría al doctor? No quería pasar por una humillación así, utilicé el método de ejercer presión para frenar el sangrado y pude sobrevivir.—contó con orgullo.—El problema es que tengo miedo de ir al baño nuevamente, tendré que esperar un día más para intentarlo sin dañarme el culo.—terminó observando los rostros de desagrado de sus amigos.

—Estamos en la hora de almuerzo, Yoongi.—se quejó NamJoon soltando sus palillos sobre la bandeja de comida.

—¿Te duele sentarte?—soltó Jimin con curiosidad.

—Mentiría si te digo que no.

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⏰ Última actualización: Jun 26 ⏰

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