𝙲𝚊𝚙. 𝚅𝙸

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Esa noche, tanto Lisa como Jennie se encontraron con felicidad en los sueños de la castaña, esta vez, Jennie traía en sus manos un ramo pequeño de girasoles.

—¿Son para mi? —Lisa preguntó con una sonrisa señalando el bonito ramo, Jennie asintió y se lo tendió con una sonrisa.— Gracias Jennie.

—No hay de que, Lili. —Jennie sonrió cuando por fin pudo decirle el apodo que tanto le había gustado para su bonita castaña.— Entonces... ¿Dónde estamos hoy?

La diosa no distinguía muy bien su entorno esta vez, Lisa le sonrió y con su mano le pidió que la siguiera

—Estamos en Tailandia, este es el camino que tomaba después de salir de la escuela, vamos a mi casa. —La castaña le sonrió y ambas siguieron caminando hasta que una bonita casa de dos plantas apareció frente a ellas.— Es aquí. ¿Linda, no?

La pelinegra asintió despegando su vista unos segundos de la castaña para mirarla, era una bonita casa color crema en un barrio acomodado, un lindo jardín delantero con un camino de piedra café que invitaba a la entrada de la casa.

—¿Cuánto tiempo viviste aquí? —Jennie volvió a mirar a su adorada Lisa, que con una mano en su barbilla pensó un poco la respuesta.—

—Creo que vivimos aquí dos años, yo era una bebé, y ahora es nuestra casa de vacaciones para cuando venimos a Tailandia.

—O sea que te mudaste temprano a Corea. —Jennie intentó averiguar más de la castaña, Lisa asintió, caminando hacia la entrada de su casa.—

—Papá recibió una oferta ahí y nos mudamos, pero veníamos seguido a Tailandia y a esta casa.

Sin más ambas entraron a la casa, frente a ellas se encontraba la sala de estar, que tenia dos sillones blancos grandes y en uno de ellos estaban sentados los padres de Lisa, que al escuchar la puerta abrirse giraron y dieron con ambas chicas.

—¡Lisa, cariño! Por fin llegaste. —La madre de Lisa se levantó a recibirla con un abrazo.— Te estábamos esperando para merendar. —La señora miró sorprendida a la pelinegra que acompañaba a su hija.— Oh, trajiste compañía. Un gusto, soy la madre de esta señorita.

La madre de Lisa le tendió la mano con una sonrisa amable, Jennie la estrechó con una expresión de asombro en el rostro, el parecido de Lisa y su progenitora era increíble, ambas eran idénticas.

—Soy Jennie, el gusto es mio. —Sonrió contenta por conocer a su suegra, la mamá de Lisa las invitó a pasar y presentó a Jennie con el padre de Lisa.—

La castaña miró con una sonrisa como Jennie y su padre charlaban muy amenamente sobre Suiza, el país donde nació el hombre y que la pelinegra conocía muy bien, mientras todos tomaban asiento en la mesa. Lisa ayudó a su madre a servir la merienda, un pay de limon. Todos, menos Jennie, comieron mas de una rebanada del pay mientras conversaban, la diosa estaba contenta conversando con los progenitores de su adorada Lisa, se notaba como la castaña amaba a sus padres y conocerlos, aunque sea en un sueño, le llenaba el corazón.

Luego de terminar la merienda Lisa invitó a conocer su cuarto a Jennie, ambas subieron en silencio, la pelinegra miraba todo a su alrededor, todo era muy detallado, parecía que la castaña recordaba muy bien cada rincón de la casa. 

Lisa abrió la puerta de su habitación e invitó a pasar a la castaña, que con una sonrisa miró la bonita habitación, a su izquierda había un escritorio pegado a la pared que tenia un tablero de corcho con algunas polaroids, la cama a la derecha igual pegada a la pared, una mesa de noche al lado con una lampara de una versión de la estatua de la libertad, pero en gato, un tapete de un gato gris y al lado de la puerta un closet cerrado.

Cupido me odiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora