𝙲𝚊𝚙. 𝚇𝚇

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La hora del almuerzo se acercaba, por lo que Lisa decidió pedir algo de comer para ambas. Mientras esperaban, Jennie le contó la historia sobre como encontró a Leo, que descansa en medio de ambas en el cómodo sofá.

—Y así lo traje a tu casa, era tan pequeñito en ese entonces, sabía que te haría feliz.

Jennie acarició la cabecita del gato, había crecido sano y ahora tenía cuatro meses de vida. Lisa asintió sonriendo acariciándole el lomo.

—Fui muy feliz, era lo que necesitaba en ese momento.

—Sí, me acuerdo... —Jennie quiso evitar el tema.— Conocí a tus padres luego, ellos también amaron a Leo.

—Ellos aman a cualquier gato. —La castaña sonrió al pensar en sus padres.— Si ellos hubieran podido verte te habrían amado también.

La pelinegra sonrió, no pudieron seguir conversando por el timbre, la comida había llegado.

Los tres almorzaron en un silencio cómodo. Al terminar, Lisa se levantó y puso los platos en el lavaplatos lista para lavarlos pero Jennie se ofreció a hacerlo.

—Deberías echarte a dormir una siesta, no has dormido nada. Te levantaré para irnos al lago con Leo después.

Lisa había accedido a ir al lago, al principio no quería para no recordar lo de ayer, pero a Jennie le hacía ilusión ir en persona al lugar donde habían compartido tanto en sueños, y la castaña no quería negarle nada. Asintió bostezando, ya comenzaba a cerrársele los ojos exigiendo un poco de descanso.

—Si quieres dormir está el cuarto de invitados, ese es el que usabas para descansar, ¿verdad? —Jennie caminó hacía la cocina deprisa para que Lisa no pudiera su expresión y delatarla.

—Si ese usaba, gracias, ve y duerme.

Lisa asintió y se perdió por el pasillo. Jennie suspiró y después sonrió.

Le gustaba esto, podía olvidar todo lo que había pasado, e iba a pasar, e imaginar que su vida era esta. Se sentía todo tan natural, ella y Lisa repartiéndose las tareas del hogar, Lisa descansando en su habitación sin desconfianza a que ella pudiera hacerle algo, Leo lamiendo sus patas en el sofá, podía fingir que esto era lo de todos los días, que ambas se querían y compartian este departamento por elección, no porque Jennie un día decidió que este sería también su hogar.

Jennie dejó que Lisa durmiera dos horas, aunque no le gustara pasar tanto tiempo sin habar con ella, le gustaba saber que estaba descansando. Iba a verla cada cierto tiempo, para contemplarla como siempre lo hacía, pero se pasó la mayor parte del día organizando el lugar, jugando con Leo, experimentando cosas humanas como tener que ir al baño, tomando agua y bañandose, porque ahora sudaba.

—Lisa, Leo esta listo para irnos. —Jennie removió con suavidad a la castaña, que lentamente se despertaba, observando a Leo a su lado de la cama con su bonito arnés puesto mirándola fijamente con la cabeza ladeada.

—Entonces vámonos. —Lisa les sonrió a ambos, fue a asearse y peinarse un poco y los tres emprendieron camino hacía el lago.

Los tres camiban a la par, Leo era muy obendiente y se distraía poco, se veían como una familia, y de nuevo Jennie podía imaginarlos como si este fuera un plan de domingo, los tres saliendo a pasear al parque para entretener a Leo, Lisa y Jennie tomadas de la mano y charlando de diferentes cosas, como la universidad, a Jennie le gustaría acompañarla a la universidad, hacer una carrera y tener algo en común de que hablar.

—Y aquí es, mi subconciente lo adornó un poco.

—Es reconocible, sigue siendo un lugar hermoso.

Ambas caminaron al lugar que siempre ocupaban en los sueños de Lisa, Jennie se sentó con una sonrisa, disfrutando del momento que siempre quiso que se cumpliera.

Cupido me odiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora