𝙲𝚊𝚙. 𝚇𝙸

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Esa noche Lisa no se encontró con Jennie. Al despertar en la mañana Lisa se sintió extraña, los sueños con la pelinegra en esos cuatro meses fueron tan frecuentes que se habían hecho parte de su vida, miró el techo sintiéndose ligeramente triste y a la vez tonta por extrañar a algo que no era real y solo había creado su mente. 

Se levantó, miró su departamento en total orden, cosa que le extrañó también, y salió rumbo a la parada de autobuses, su corazón se estrujo un poco más cuando, ni en la acera, ni en la esquina y mucho menos en la banca encontró sus tres flores diarias. Su mente volvió al dia anterior, cuando había rechazado las flores, se sintió culpable, hoy se sentía triste por no tenerlas. 

Esperó con una mueca triste en la solitaria banca, se sentía tan sola justo ahora. El bus estacionó frente a ella, sacó su tarjeta de su bolsillo y con un suspiró subió al gran vehículo.

—Buenos dias, Paul. —Lisa le sonrió sin mucho entusiasmo al conductor que saludaba diariamente, el amable hombre alzó su mano en saludo.—

Las cejas de Lisa se fruncieron cuando la tarjeta no pasó y la luz roja apareció, negándose a dejarle entrar. 

—¿Otra vez esa tonta máquina? Voy a pedir que la revisen. —El conductor negó disgustado.— Vuelve a intentar pasarla, tal vez ocurre lo mismo que ese día.

Lisa asintió convencida, volvió a pasar la tarjeta y, de nuevo la luz roja. Por su mente pasaron los momentos donde cada vez que revisaba el saldo de su tarjeta siempre estaba alto, pero nunca la recargaba, era extraño, pero no le molestaba que su tarjeta probablemente tuviera algún "daño" que le hiciera tener fondos ilimitados. Frunció el ceño de nuevo, lo bueno dura poco, pensó.

—No recargaba esta tarjeta hace meses, parece que la empresa ya se dio cuenta de la falla y me la quitó. —Lisa suspiró triste, le sonrió al conductor y bajó del bus.— Nos vemos mañana, Paul.

El hombre le sonrió triste, aunque quería, no podia hacerla pasar sin pagar, todos en el bus se quejarían porque a ellos si les había tocado pagar su pasaje. El bus se alejó y Lisa no le quedó otra opción que irse caminando hacia su universidad.

Mientras, Jennie sonreía al ver a una pareja joven unirse, se encontraba en un país tropical de Sur América, le gustaba mucho los paisajes de esta parte del mundo. Siguió circulando por algunos países de la zona uniendo a una infinidad de parejas, teniendo en mente siempre a la castaña. Se la imaginaba tomando el autobús y no teniendo fondos, Jennie habia dejado la tarjeta en ceros con toda la intensión, una manera un poco mala, pero eficaz, para que pudiera notar que algo estaba mal. Se sintió mal al imaginar, que ahora mismo, debería estar destrozada por su falta en su hogar. 

— 🚌 —

Lisa no podía estar más felix en estos momentos.

Su pequeño Leo corría detrás de ella por el parque tratando de alcanzarla con sus garritas, Lisa había tenido la maravillosa idea de comprarle un arnés color amarillo para intentar sacarlo a pasear, grata fue su sorpresa al ver que a Leo le gustaba estar afuera, y además, en ningún momento intentó escapar, su pequeño hijo parecia muy feliz a su lado.

Al llegar a casa, Leo subió por el gimnasio que estaba en las paredes de la sala, Lisa sonrió y acomodó el arnés en un cajón, miró alrededor y sintió que algo hacía falta en su pequeño departamento, no sabía que era, pero algo faltaba.

Lisa decidió comer e irse a dormir de inmediato, estaba un poco cansada, pero esa no era la razón de su afán por dormir, aunque le avergonzaba un poco, quería tratar de ver a la pelinegra en sus sueños esa noche, decidió que era algo que su mente le regalaba para que fuera un poco feliz y ella iba a aceptarlo sin más, no se iba a avergonzar de tratar de crear un poco de felicidad y compañía entre tanta soledad.

Cupido me odiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora