Capítulo #7

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Perdón por errores ortográficos

Emily Prentiss.

Un año atrás.

Cada movimiento que hago para arreglarme lo disfruto tanto, el hecho de saber que podré poner mis manos sobre él en un par de horas me hace brincar de felicidad.

Tres años ha pasado desde que lo vi en persona, tres años en los que ha caminado libre por las calles, como un hombre inocente, solo porque decidió ser un soplón.

Está vendiendo a sus colegas por su propia libertad. Me pregunto que pasaría si esa gente descubriera lo que hace. Sería tan divertido, pero no haré eso, contar lo que hace, ya que lo matarían. Y no hay manera de que yo permita que eso suceda.

Ian Doyle es mío. Yo voy a matarlo, nadie más. Hace tres años, cuando me dijeron que harían un trato con él, estaba furiosa. Como era posible que saliera libre después de lo que me hizo. Me sentí tan tentada a hacerlo, no me importa morir por ello.

Pero Clyde me detuvo, me dijo que tuviera paciencia, que no lo hiciera, que en un par de meses o años Ian cometería un error, y que en ese momento yo podría hacer lo que deseara, y no iría presa, no habría repercusiones por ello.

Y le creí, creí en su palabra y ahora aquí estoy, arreglándome para convertirme en Lauren por última vez para atraer a Ian.

El miserable incompetente no sabe lo que le espera si llegar a caer en la lujuria.

Me miro en el espejo por última vez antes de salir. Lo que veo en el espejo no me gusta, no soy yo, me da asco, ni siquiera es la Lauren que Interpol creo, la Lauren que veo es la que Ian hizo a base de manipulaciones y golpes.

Mi cabello perfectamente liso se encuentra con un par de ondas suaves. Y mi cabello negro azabache fue teñido a café.

A Ian le gustaba mi cabello un poco más corto, pero que se joda Ian si piensa que me cortaré el cabello por él.

Por un momento me disocio de mi realidad y me veo otra vez atrapada en la misión Valhalla. Me veo a mí, o mejor dicho, a Lauren sentada en una esquina llorando, y rogando a Dios, que Ian no abra esa puerta, porque si lo logra nos va a ir muy mal.

Dos lágrimas traidoras se deslizan por mi rostro. No puedo contenerlas. Realmente me jodió esa misión.

Una cosa es estar encubierto y temer que descubran mi identidad y otra cosa es tener que temer hasta respirar porque Ian no lo autorizo. Y no saber si va a golpearme por diversión o porque descubrió que soy un agente.

Uno de los peores recuerdos que tengo de él es la facilidad con la que hacía algo brutal por cualquier cosa.

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Cuatro años atrás.

El reloj marca las diez y sé que tengo que ir a dormir ya, pero lo ignoro, estoy en el último capítulo del libro y realmente no quiero ir a dormir sin leerlo.

Leo lo más rápido que puedo, pero aun así no consigo ni llegar a la mitad del capítulo cuando Ian me lo arrebata.

—Son las diez conoces las reglas. ¿Qué demonios esperas para dirigirte al dormitorio? —me grita.

Miro el libro en su mano y temo que lo arruine.

—Solo quería terminar el capítulo amor. Iba por la mitad, al terminarlo me uniría en la habitación a ti. —le digo con dulzura.

Se ríe —Te doy todo, pero un libro es más importante que yo. —dice.

—Ian, eso no es—No termino de decir la frase cuando me cruza la cara de un golpe con el libro. Trato de no llorar, aunque dolió mucho.

Llevo mi mano a mi rostro, creo que la punta del libro rompió la piel de mi pómulo, efectivamente lo hizo. Hay sangre ahí.

Por un momento no me controlo y Emily sale a flote, provocando que lo mire directamente a los ojos con ira.

—Imbécil —digo y al instante me arrepiento, si el golpe del libro me dolió, el del puño de Ian me dejó viendo estrellas desde el suelo.

—Solo lees un libro con una estúpida como protagonista, qué cree que es grande y ya te crees valiente. Reacciona Lauren, no eres fuerte, no eres inteligente, ni tampoco independiente como ella, tú solo eres un buen culo. Solo eso. Ese es tu mayor logro—me dice.

—Mira lo que hago con tu fuerte protagonista. —se jacta antes de tirar el libro a la chimenea.

—¡Nooo! —grito mientras el libro cae al fuego.

—¿Cómo pudiste? ¡NO TENÍAS QUE HACER ESO! Solo terminaría el libro y me iría a acostar. Cinco minutos no son nada. Era mi libro, no tenías derecho.

—Créeme, lo tengo, puede que sé tuyo para leer, pero es mío, porque yo lo pague, como cada cosa que usas, todo en ti es mío. Así que hago lo que se me da la jodida gana.

—Solo me quedaba medio capítulo. —lloro, aunque no por el libro, sino por lo jodido que es vivir así.

—¿Quieres el libro Lauren? —pregunta.

—Sí.

—Bien —dice mientras se acerca a mí.

Me pone de pie y no sé dé que se trata hasta que me empuja hacia la chimenea. Me aterroriza saber lo que va a hacer.

—Si verdaderamente quieres el libro. Ve y sácalo con las manos de ahí —demanda.

—¡Ian! ¡No! —le suplico cuanto más me acerca al fuego. Pero no se detiene.

—Ya no quiero el libro. Lo juro. Perdóname.—me ignora, mis manos están tan cerca de fuego que arden, pero aún no lo toco.

—Haré lo que quieras, pero detente. —suplico otra vez, milagrosamente hoy si se detiene.

—¿Harás lo que quiera?

—Sí, Ian, haré lo que desees. Lo prometo, pero detente. —le digo.

—Bien—dice. Mientras me gira y besa mis labios con total naturalidad, como si hace un segundo no estuvo a punto de quemar mis manos.

Como si realmente no hubiera sucedido.

—Vamos a tener una noche divertida Lauren. —dice mientras seca mis lágrimas qué el mismo provocó.

Con el cuerpo temblando como gelatina, asiento y lo dejo dirigirme.
Todo mi cuerpo tiembla por miedo, pero eso parece no importarle.

Es un maldito psicópata.

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Son esas cosas horribles que hacía con regularidad en mi tiempo encubierta, lo que hace que no solo quiera matarlo, sino también torturarlo, no hay manera de que yo logre hacerlo sufrir todo el dolor que él me hizo pasar en año y medio, en un par de horas. Pero trataré de hacerlo más doloroso posible.

Se lo merece.

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Afuera del bar donde se encuentra Ian me estacionó. Me tomo unos segundos para prepararme mentalmente para volver a verlo.

Sé que si algo sale mal no estoy sola. Mi equipo me respaldará en segundo, así que eso me da confianza.

Bajo de mi auto y juro que Ian se va a arrepentir de haber matado a ese hombre.

Un trato es un trato, y él no cumplió con su parte, así que la CIA no tiene por qué hacerlo con su parte.

Se lo dijo “Tu inmunidad solo existe mientras no asesines a nadie”

Su ego enorme lo hizo creer que es lo suficientemente importante como para que la CIA se haga la sorda y la ciega ante ese asesinato.

Poco sabe, qué mercenarios ya vienen por él.

¡Gracias por leer!

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