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Llegué y me estacioné otra vez en la acera de enfrente, no tenía idea si su departamento daba a la calle y sólo se veían un par con las luces encendidas, me quede ahí sentada decidiendo que hacer, no podía ir a buscarla, ¿qué le diría?, ¿qué me equivoqué de departamento y no me imaginé que ella viviera ahí?, ¿qué se descompuso mi coche y estaba buscando ayuda?, quizá eso funcionaría si viviera en la planta baja, pero no en el quinto piso. Eran patéticas mis opciones y más aún mi actitud psicópata, obsesiva, compulsiva, ¿desde cuándo yo era así?

Fui sacada de mis cavilaciones cuando un auto se estacionó afuera de su edificio y de inmediato lo reconocí, claro, ¿qué otra cosa podría hacer ella en domingo que no fuera salir a pasear con su novio? La vi bajar y mandarle un beso con la mano y después él arrancó, esperé a que ella entrara al edificio, se veía tan hermosa con esos jeans y ese suéter que enmarcaba muy bien sus curvas. Moví la cabeza y me dirigí a mi departamento.

Los siguientes días transcurrieron con la rutina de siempre, incluido el ir a espiar a su edificio, estaba completamente convencida que esa mujer me había dado algo, no era posible que me estuviera comportando de manera tan irracional, ¿qué ganaba con verla escasos segundos?, ¿por qué, a pesar de estar tan cerca de ella, no me atrevía a acercarme?, ¿por qué temía a su rechazo? Jennie parecía una especie de droga, la había probado, me había gustado y quería más, pero a la vez intentaba evitarla, unos días tenía la suficiente fuerza para no pensar en ella y otros sentía una necesidad impetuosa de estar a su lado, sí, ella parecía algún tipo de adicción que tratas de dejar y no puedes.

Ese viernes no pude más, estaba afuera de su edificio y, aprovechando que apenas me habían entregado el celular que utilizaría en la oficina, le marqué desde ese para que no supiera quien la estaba llamando. Después de tres timbrazos escuché su hermosa voz:

"hola, buenas noches", me quedé muda como adolescente, sin poder hacer la estúpida pregunta de rigor, "hola, ¿hay alguien ahí?", preguntó un tanto desconcertada y al volver a escucharla, un suspiro me traicionó y colgué de inmediato el teléfono, entonces tuve la vaga esperanza de que supiera que era yo y me buscara.

Casi veinte minutos después sonó mi celular y una sonrisa se plasmó en mi rostro al ver que se trataba de ella, sin planearlo resultó.

–Hola – respondí pareciendo casual.

- ¿Estás libre esta noche? - preguntó casi en voz baja.

—¿Lo estás tú? – exclamé sin pensar.

- ¿Acaso es un reclamo?

—De ninguna manera, sabes que así no funciona – le mentí, conservando mi papel de desconocida.

-Entonces, ¿nos podemos ver? –me alegré al escuchar esa frase, ella estaba tan ansiosa como yo, pero guardé silencio unos instantes para que no lo notara.

–Sí, en una hora en el lugar de siempre.

Y ahí seguía yo, con la sonrisa idiota estampada en el rostro, emocionada porque volvería a verla después de casi cuatro semanas. Suspiré y arranqué a toda velocidad. Llegué al hotel y me quedé en el auto haciendo tiempo, luego me puse un poco de loción y me dirigí alos elevadores. A los pocos minutos llegó ella, vestida de forma informal, con unos jeans y una chamarra, mi corazón se aceleró al verla y comencé a excitarme a pesar que aún no la tocaba ni la tenía cerca.

Nos saludamos y después subimos al ascensor, alguien debió escuchar mis plegarias porque en el piso dos subieron demasiadas personas haciendo que ella tuviera que pegarse a mí, aspiré el aroma de sus cabellos y exhalé en su oreja sin que pudiera evitarlo, había echado tanto de menos su perfume, en realidad, a toda ella.

La Verdad de LisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora