Decidí que era el momento de tomarme un merecido descanso y disfrutar del resto de mi día. Siguiendo mi rutina, preparé una taza de té de frutilla y me senté en la sombra del patio para disfrutar del aire fresco y sumergirme en la lectura de mi libro.Estos momentos son especialmente valiosos para mí. Cada párrafo que leía me transportaba a la escena, recreándola vívidamente en mi cabeza como una película. Sin embargo, esa película se ve interrumpida, al levantar la mirada noté que sobre mi mano yacía una hermosa mariquita. Era de color roja con puntos negros que la hacían aún más encantadora. Al observarla, no pude evitar sentirme nostálgica cuando los recuerdos de mi madre llenaron mi mente.
Ella solía hacer lo mismo cuando veía una mariquita. Las dejaba descansar sobre su palma y la admiraba durante un buen rato. Aunque nunca las llamaba por su nombre.
Para ella, eran Cocomiel.
Siempre me pregunté por qué las llamaba así, hasta que un día me confesó que en su infancia siempre veía un programa infantil con ese nombre y cuyo personaje principal era una hermosa mariquita roja con sus puntos negros.
Me pareció asombroso que mi madre aún conservara ese recuerdo de su niñez, y estoy profundamente agradecida de que me lo haya compartido.
La última vez que mi madre vió una de las hermosas cocomiel fué un día antes de partir de este mundo.
Ahora cada vez que veo una mariquita, mi mente se llena de recuerdos de mi madre y su amor por los cocomiel.