La vuelta a Buenos Aires fue dura, para ambos. Todo el viaje en avión fue silencioso, exceptuando por algún que otro comentario que hacía Nicolás para romper la tensión.
Rodrigo aún estaba deshecho, sin querer pensar en nada, sin querer hacer nada, volver le generaba angustia, ya que sabía cual era el destino de Iván.En el aeropuerto estaban los Buhajeruk esperando para darles la bienvenida.
–¡Mirate! ¡Te ves hermoso igual que siempre!–habló feliz su madre, llena de expectativas.
–Es verdad–refuta el padre.–Lindas fotos tuyas en la playa eh.
Carrera mantenía un poco de distancia, estaba detrás de ellos cargando las valijas. Nicolás hablaba del viaje, Iván sostenía el silencio.
–¿Tienen hambre? Podemos comer en Kansas–invita Julio, con una sonrisa en la cara. Todos aceptan, menos el ojiverde que aún se encontraba callado.–Rodrigo, dejame ayudarte con eso.
–En realidad, tengo que irme a casa.–No es capaz de mirarlo a los ojos.
–Dale, queremos saber como les fue.
–Dejalo que se vaya–habla por fin Iván.
Carrera salió rápidamente, Clara, preocupada, le sigue el paso.
–¡Rodrigo!–acelera para alcanzarlo–Rodrigo, esperá, por favor–logra detenerlo.
–No hace falta que me pague. Perdón.–Fue lo último que dijo antes de tomarse el colectivo para volver a su casa, destrozado por dentro.
De pronto Julio llega, entendiendo la situación, Clara cae rendida a los brazos de su esposo.
El mundo de todos se vino abajo, la señora Buhajeruk rompe en llanto. Rodrigo aún los observa desde el colectivo, decepcionado de sí mismo, por no lograr nada de lo pedido. Replanteándose del por qué de todo esto. Por qué se había enamorado en primer lugar. Todo fue un error.Llegó a su casa, cansado. Su hermana había vuelto por unos días, al escuchar la puerta, bajó rápidamente las escaleras.
–¿Y?–Rodrigo niega con la cabeza, mientras las lágrimas caen por sus mejillas. Sofía se lanzó a abrazarlo rápidamente.
Luego de un rato, su familia le dió la bienvenida con una gran cena, había contado todo lo que pasó, de principio a fin. Todo se encontraba más silencioso de lo usual.
–Sentate Marcela, amor, por favor.–Pide sutilmente Pedro, su esposa no se había sentado a comer todavía.–Rodri ya está bastante cansado.
–¿Y sus padres lo saben? quiero decir, ¿Qué tipo de personas son?–pregunta indignada Marcela.
–La señora Buhajeruk no sabe qué más hacer–explica Sofía–es su decisión.
–Hay decisiones que no nos corresponde tomar. Él no está bien. Alguien vulnerable no tendría que poder...
Antes de que siguiera hablando, Sofía interrumpió–es complicado, mamá.
–No, no es complicado. Es simple.
–Mamá–dijo casi en súplica Rodrigo, realmente no quería escuchar del tema.
–No. No podés ser parte de esto. No es distinto a un asesinato.–Nadie va a negar que Marcela no tenía razón, pero eso hacía sentir cada vez peor a Carrera.
Era el día siguiente, el castaño se encontraba sentado en unos columpios de una plaza que estaba cerca de su casa. Reflexionando otra vez. Volvió a su casa, no tenía ni idea de que hacer de su vida ahora. Se encerró en su habitación a mirar fotos del viaje, mientras volvía a llorar. Nunca había llorado tanto. De pronto su padre irrumpió en su habitación.
–Lo intenté papá, lo intenté demasiado. Pero fracasé–hablaba cabizbajo. Pedro tomó su mentón y le elevó la vista.
–¿Quién dijo que fracasaste?–tomó asiento en la cama–no sé si alguien en el mundo podría persuadir a ese hombre una vez que decidió algo. No podés cambiar a la gente.
–Entonces, ¿qué puedo hacer?
–Lo amas. Nadie podría haber hecho más que vos. Tenés un corazón más grande que ese castillo. Y yo te amo por eso, hijo.
–¿Los viste? ¿Al señor Buhajeruk?–habló mientras se limpiaba las lágrimas.
–Se fueron, a la mañana.
–Papá, ¿cometí un error?
Su padre besó su frente–llamalos. Todavía tenés tiempo.
Pedro tenía razón, todavía tenía tiempo.
Decidido llamó a los Buhajeruk, avisando que iría a Suiza enseguida, ellos, amablemente, ofrecieron pagarle el pasaje y el traslado hasta el lugar, pero Carrera negó todo, y absolutamente todo salió de su bolsillo.No tenía más tiempo, debía salir hoy mismo, las valijas ya estaban hechas gracias a que hacía un día atrás había llegado del viaje anterior.
Otro viaje largo, donde no dormiría mucho, tenía que pensar que decir o qué hacer, no sabía cuanto tiempo tenía con él. Le dolía, más de lo que parecía, pero debía respetar esa decisión.
Llegó, el lugar era una casa en el medio de un campo cerca de las montañas. Una casa realmente lujosa, tal cual al estilo Buhajeruk. Abrió la puerta cuidadosamente, para no hacer ruido, pero falló en eso cuando golpeó accidentalmente una pequeña bandeja de madera que contenía manzanas e hizo que todo se caiga, llamando la atención de los padres e Iván.
–Perdón.
–El familiar sonido de Rodrigo Carrera haciendo su entrada–bromeó como siempre el azabache.
–Los dejamos solos–dice la madre, para después irse junto a Julio.
Carrera se adentró aún más en la habitación donde Iván se encontraba, con una sonrisa nerviosa.
–No me digas. Viniste a hacerme mi última taza de café.–El sentido del humor aún seguía intacto.
–En realidad, no. Vine a secuestrarte... voy a robarte y te voy a llevar a...
–¿Adónde?
–A Rio de janeiro–dijo entonando un poco el portugués.–O a la casa de mis papás, todavía no me decido.–Iván rió.
Ambos quedaron en silencio, sonriendo absurdamente, Rodrigo aún se encontraba nervioso.
–Abrí las puertas, Carrera.
El castaño asintió. Frente a la cama donde el pelinegro se encontraba acostado, había dos grandes puertas y una cortina, como si fuese una ventana. Carrera, corrió las cortinas y abrió las puertas, dejando ver el paisaje más hermoso jamás visto.
–Vení acá–llamó Iván. Rodrigo se recostó cuidadosamente junto a él. Apoyando la cabeza en su pecho, cerrando sus ojos. Concentrándose en ellos dos solos. Juntos. Intentando no llorar.
–Mirame–el de ojos verdes niega con la cabeza–por favor, mirame.–No puedo.
–Mala suerte. Necesito ver tu cara. Aunque esté roja e hinchada–Rodrigo rió y se apoyó en su otro brazo para incorporarse.
–Sos imposible, Iván Buhajeruk.
–Y el mundo definitivamente va a estar mejor sin mí.
–No. No es verdad–volvió a recostarse, sintiendo por ultima vez el olor ajeno, la calidez del azabache, no sabía cuánto tiempo quedaba, pero deseaba frenar el mundo para siempre.
–No estés triste, Carrera.
–Contame algo bueno.
Con un nudo en la garganta, comenzó a cantar la absurda canción que Rodrigo había cantado aquella vez–Manuelita vivía en Pehuajó... pero un día se marchó... nadie supo bien por qué... a París ella se fue...–Sus rostros estaban cerca–¿te vas a quedar?
–Todo el tiempo que quieras.–Lo besó, lentamente, como si fuera el último beso dado en el planeta.
Al separarse, vió esa imagen que dentro de todo, le daba miedo ver.Iván estaba llorando.
Se quedaron abrazados mucho tiempo, lo que parecía ser una eternidad para ellos dos.
Lo último que tuvo Rodrigo de Iván fue una carta y un pasaje a París.
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𝔂𝓸 𝓪𝓷𝓽𝓮𝓼 𝓭𝓮 𝓽𝓲 - rodrivan
Fanfiction» adaptación de la película "me before you" Rodrigo Carrera, un chico enérgico y alegre, necesita un trabajo para ayudar a su familia a subsistir... Cambia por completo cuando comienza a trabajar como cuidador de un joven millonario, quien quedó pa...