Amelia

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Por alguna extraña razón, mi mente comenzó a pensar sobre el apellido de mis hijos junto a Omar. “Valencia Montenegro” por lo menos tendrían tiempo para copear la tarea.

-¿En qué piensas? –pregunto Omar.

-¿Quieres sinceridad? –pregunte.

-Lo pido con algo de miedo, pero por favor ilumíname con tus pensamientos -se levantó de la cama para proceder a desabrochar su camisa, así que opte por dar la vuelta- Pensaba en nuestros apellidos juntos –dije algo sonrojada, agradezco que él no me vea así.

-Valencia Montenegro –dijo y podría jurar que sonreía- Me gusta como suena.

-Claro que te gusta, es mi apellido –dije mirando mis uñas.

-Bájale tres tonos a tu narcisismo –dijo- Y ya voltea, no es como que no me hayas visto desnudo –hice caso a lo que dijo.

-En mi defensa, no se escuchaba la regadera –dije sentándome- No es como que te haya querido ver de esa manera.

-Pero te encanto –dijo riendo y yo negué con la cabeza- ¿A no? –negué de nuevo y comenzó a acercarse.

-Aléjate de mí, Omar Valencia.

-Ni en un millón de años Amelia Montenegro –dijo cerca de mi rostro- ¿Por qué no me besas, en vez de estar gritándome?

-¿Por qué debería hacerlo? –dije tratando de sonar, lo más convincente posible.

-Bien que me tienes ganas Amy –dijo alejándose, por fin pude respirar, ni siquiera sé en qué momento comencé a sostener mi respiración.

-Le tengo más ganas al joven de la pasta que a ti –dije sosteniendo la mirada, junto a la de él, o por lo menos lo intentaba.

-El chico que prepara la pasta está casado –dijo cruzándose de brazos, este obviamente fue un acto que no pude pasar por alto- Sé que estoy mamadísimo Amelia, pero necesito que pongas atención.

-Me disculpo –lo mire- Olvidaba que eras un dios griego bajado del mismísimo olimpo.

-¿En verdad? –pregunto mirándose en el espejo.

-Claro –me acerque a él- Si los dioses fueran feos y enfadosos.

Días después.
Sinceramente no recordaba cuando había sido la última vez que me sentía tan tranquila a pesar de estar rodeada de perdonas. Un momento creo que debo explicar.

Me encontraba a unas horas de acompañar a Omar a una cena que había organizado la universidad, puesto que ésta se encontraba cumpliendo 427 años desde su fundación y  habían invitado a Omar, puesto que se había convertido en el profesor estrella de la institución, gracias a eso, lo invitaron a la fiesta privada que se llevaría a cabo, después de la general, se podría decir que lo invitaron al After Party y me pidió amablemente que lo acompañara y por supuesto no iba a negarme, yo quería conocer a los que eran los compañeros de Omar. Por el momento, estamos en mi habitación, discutiendo que usaríamos.

-Deberías de usar el vestido rojo –dijo él mirando mi armario.

-Te dije que con ese vestido parezco prostituta –dije mirándolo.

-Y yo dije que te verías bien, con cualquier cosa –me miro y se sentó en la cama, justo a mi lado.

Nos quedamos en silencio mirando la ropa del armario, posteriormente Omar se acostó y me jalo junto a él, estábamos relajados y tranquilos, tanto que nos quedamos dormidos, sin siquiera pensarlo.

-¿Cuánto tiempo dormimos? –pregunto Omar tocando mi brazo para despertarme.

-No sabría decirle joven, porque da la casualidad que me dormí al igual que usted –dije cobijándome.

-Pido perdón –dijo quitándome cobija.

-¿Por qué me destapas? –dije jalando la cobija.

-Por el mismo motivo que tu –se cobijó- Solo para hacerte enojar –nos quedamos viéndonos pero el gruñido del estómago de Omar nos regresó a la realidad, haciéndonos reír, porque no esperábamos eso- Al parecer tengo hambre –dijo levantándose- hare de comer –salió de a habitación. Yo dude si levantarme y seguirlo pero al final de cuentas, opte por hacerlo, claramente a nadie se le niega una comida y más si te la van a hacer.
Me levante de la cama y fui a la cocina, lugar en el cual, Omar era el amo y señor, porque regularme él hace de comer antes de irse, dice que es la costumbre que le quedo de vivir solo, pero yo pienso que lo hace porque piensa que voy a envenenarlo o al parecido. Al llegar a la cocina, Omar se encontraba haciendo algo en un sartén, debo decir que lo que tenía frente a mis ojos, era una imagen digna de admirar. Me refiero a un joven de 1.78, castaño, en calcetas de Mickey Mouse y pans, cocinando mientras escucha la canción del ratón vaquero. Me recargue en el pilar y me quede mirándolo, pensando en las personas que piensan que es una persona seria, porque siempre usa traje y tiene cara seria, pero en realidad es todo lo contrario.

-Quien pensaría que el profesor más serio de la universidad usaría calcetas de Mickey Mouse –dije acercándome, haciéndolo reír con mi comentario.

-En realidad muchas desearían estar en tu lugar –dijo él sonriendo.

-¿Por qué desearían eso? –pregunte mientras me sentaba en uno de los taburetes de la cocina.

-Querida, mírame –dijo volteando y se señaló- Alto, guapo, inteligente, chef y sin camisa, frente a ti.

-Esas miserias yo no las quiero –dije riendo.

-No son miserias –dijo indignado- Estoy mamadísimo –se acercó a mí.

-Atrás, hombre –dije- Se te quemara lo que sea que tengas en el sartén –Omar volteo asustado hacia la estufa.

-Ay babosa, me asustas burra –dijo tocándose el pecho, pensé que mi pollo se había quemado –apago, la estufa y se sentó frente a mí- Entonces, el vestido rojo no.

-Yo digo que no, pero tú dices que si –dije- Entonces me pondré ese.

-Amelia, no porque diga que te lances de un puente, lo vas a hacer –tomo mi mano- Si no quieres usar ese vestido, no lo harás, que es lo que quieres.

-Quizás un vestido azul, jamás he usado uno –dije.

-Entonces vamos a comprarte un vestido azul, pero no un azul rey, sino un azul cielo –sonrió y se levantó, para desaparecer detrás del pilar. Esta sería una larga tarde.

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⏰ Última actualización: Mar 30 ⏰

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