PRÓLOGO

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Corre diciembre de 2019. Aparecen los primeros indicios de lo que supondría una pandemia a nivel mundial. Se diagnostica en principio como una neumonía de origen desconocido acontecida en la ciudad china de Wuhan. El virus conocido como coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2), producirá la enfermedad de la COVID-19 de transmisión rápida entre personas o directamente al tocar superficies contaminadas y llevarse las manos a la cara en contacto con las mucosas.

Inmediatamente la Organización Mundial de la Salud (OMS) declara la enfermedad como emergencia de salud pública de importancia internacional, reconociéndose como pandemia el 11 de marzo de 2020. En España, al igual que hicieron en otros países del mundo, se decreta el estado de alarma en todo el territorio nacional confinándose a la población en sus lugares de residencia. Se limita la circulación de los ciudadanos no pudiendo salir más que para asistir a actos esenciales como la adquisición de alimentos y/o asistencia médica, siempre aportando mascarilla para evitar posibles contagios.

Ante tal acontecimiento de índole mundial, las calles de ciudades y pueblos quedan vacías, fúnebres...sin ninguna rutina aparente ni trasiego de vehículos y actividades como era habitual. En el ambiente se respira miedo e incertidumbre ante un suceso de tal envergadura, propio de una película de terror. Una vez más la realidad supera la ficción.
Millones de personas confinadas en sus casas, aisladas de sus seres queridos, de sus actividades diarias, del contacto directo con los suyos. Tiempos de soledad, de reflexión, de valorar lo que tenemos y que tan pocas veces valoramos. Nunca un abrazo se echó tanto de menos, las reuniones con familiares y amigos, las fiestas, el bullicio de la gente en las calles, la libertad, el respirar...
Durante ese tiempo de pandemia se propició el uso de las redes sociales. WhatsApp se convierte en una herramienta imprescindible seguida de You tube, Facebook o Instagram. Las videollamadas se disparan como único contacto audiovisual entre las personas. Se acrecienta con ello el teletrabajo, los escritos y publicaciones digitales, la compraventa vía internet y como no, las relaciones a distancia...

Es así como surge mi historia de amor, entrelazándose una línea roja que va desde España hacia Argentina.
Lo que en principio comenzó como una mera amistad, poco a poco fue fraguándose a golpe de poesía y videollamada. El destino unido a las circunstancias del momento, nos permitieron ir conociéndonos a la vez que un halo de amor envuelto en fantasía atrapaba el corazón de cada uno de nosotros para unirlos y no separarlos más.

Las circunstancias de la pandemia ayudaron, pero también impedirían el encuentro debido a las fuertes restricciones mantenidas por ambos países como medidas anti-contagio. Además, otros inconvenientes burocráticos y personales incrementaron dicho pesar, aunque nunca dejamos de luchar por ese amor comprometiéndonos hasta el final.


La película de terror se convertiría así en todo un cuento de hadas.

AMOR EN TIEMPOS DE PANDEMIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora