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Yeosang era un tipo que amaba tener su espacio y se embriagaba de felicidad ante el bello sonido del silencio

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Yeosang era un tipo que amaba tener su espacio y se embriagaba de felicidad ante el bello sonido del silencio. Sin embargo, por mucho tiempo estuvo acostumbrado al ruido, caótico y ensordecedor.

Desde muy pequeño se acostumbró a las maldiciones lanzadas a diestra y siniestra y los alaridos de furia y desesperación. Él solía refugiarse en la ignorancia absoluta mientras jugaba con los bloques de madera y los apilaba.

Colocaba uno sobre otro e incluso hacía formas con ellos, también llegó a construir una casita en la cual metió a su figura favorita, pero dicha casita de juguete fue destruida sin piedad en una ocasión en la que un zapato voló hacia ella. Yeosang nunca volvió a construir otra casa.

Al recordarlo, le resultaba gracioso, porque pocos años más tarde después de eso, su hogar se vio fragmentado de verdad.

Su hogar se destruyó y el ruido se redujo, fue entonces cuando su cabeza y corazón se llenaron de un silencio ensordecedor que acabó por empujarlo hasta el borde. Lo primero que hizo cuando la luz se marchó fue aislarse: se encerró dentro de sí mismo y se entregó a la ignorancia absoluta. Esa táctica le funcionó tan bien que se negó a soltarla incluso años después, puesto que al sol de hoy aún la usa como su mejor y más preciada arma.

Al encerrarse en esa jaula emocional él impedía que otros entraran y lo lastimaran, pero al mismo tiempo mantenía bajo llave a la bestia que ha estado creciendo dentro suyo y que espera la más mínima muestra de debilidad para salir. Yeosang no la conocía muy bien, pero a diferencia de todos los asuntos en los que permanecía en la ignorancia, él estaba muy al tanto de la existencia de esa bestia. Él la había visto emerger un par de veces e incluso la sintió meterse bajo su piel; no obstante, él prevaleció.

No la ignora, solo evita darle demasiada atención. Aún así, él le hace saber que está consciente de sus intentos de tomar su lugar.

La última vez que dejó salir a la bestia acabó teniendo que mudarse y eso le generó más pérdidas que ganancias —entre ellas una paliza que transportó su cuerpo a un mundo de dolor por largas semanas—. Con la intención de evitarse un futuro inconveniente, reforzó los barrotes de su celda haciéndolos más gruesos y se aseguró de llenar el piso de minas que explotarían si él se acerca demasiado a esos barrotes; así mismo, colocó una cadena a la bestia a su lado y la aprisionó.

Si él debía enfrentar el encierro, ella también.

Aunque cuando el ruido regresaba, él y la bestia, como dos soldados indefensos en frentes enemigos, se estremecían y se acercaban el uno al otro como si buscaran consuelo y refugio en medio de una tormenta.

Justo como ahora.

—¿Por qué has llegado más tarde estos días?

Yeosang mantuvo silencio. La televisión a su costado continuó cantando.

—¿Qué? ¿Creíste que no lo notaría? No soy estúpido.

Nuevamente, sus labios permanecieron sellados. Yeosang nunca sabía que debía hacer: si desperdiciar saliva o enviarla con nerviosismo por su garganta. Él no haría un movimiento al menos que viera las señales que con el paso de los años había aprendido a descifrar para así asegurar su propia supervivencia hasta que el momento adecuado llegara. Un par de meses más y él ese tan ansiado momento se acercaría lo suficiente como para que Yeosang tuviera un poco de él.

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⏰ Última actualización: Jun 03 ⏰

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THE EDGE OF GLORY | yeogiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora