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Los días pasaron y se convirtieron en una semana, luego esa semana se acabó y una nueva comenzó

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Los días pasaron y se convirtieron en una semana, luego esa semana se acabó y una nueva comenzó. 

Aún así Yeosang no podía sacarlo de su cabeza. 

Su encuentro con Mingi debió haber sido un recuerdo y nada más. Un periódico de ayer, que al mediodía fue la noticia sensacional de la semana, pero que para la tarde ya nadie recordaba; sin embargo, Yeosang se vio a sí mismo deseando acercarse a ese misterioso chico con una reputación que lo precedía. Aunque él seguía sin saber el motivo de tan terrible trato recibido. 

Nadie había querido decirle y él tampoco estaba en la desesperación y necesidad de preguntar. Con el tiempo, las respuestas entrarían sin tocar la puerta y entonces Yeosang sabría. 

Pero, ¿por qué él quería saber? Insólito. Yeosang y Mingi no compartían ninguna relación: ni siquiera estaban en las mismas clases, ya que eran parte de grupos diferentes, aunque del mismo año que debería ser el último y acabaría en pocos meses. Él debería enfocarse en ello, en que en unos meses acabaría la secundaria y no lo volvería a ver jamás en su vida. No obstante, tenía el presentimiento de que ese no sería el final; muy dentro de su pecho, un cosquilleo le avisaba que aquello no sería tan fácil como él lo pensaba. 

Él ni siquiera podía imaginarse en su propia graduación, lo cual era extraño. Si bien Yeosang no era del tipo que amaba la secundaria, sí encontraba felicidad en acabarla y por años había imaginado como recibiría su diploma y se iría a Seúl a probar suerte. Pero, ahora, él no era capaz de producir una imagen de ese momento, por más mínima que fuera. 

Se le antojó pensar que era un presentimiento. Un mal augurio...

Aunque, ¿qué podía saber él de eso? 

Cada día, de lejos lo observaba, esperando su próximo movimiento. Mingi era muy meticuloso y parecía tener una rutina muy marcada: llegaba muy temprano a la escuela —a eso de las seis y quince— y al poner un pie en el establecimiento, se desaparecía en algún lugar desconocido hasta la primera campanada; él siempre hacía acto de presencia antes de que sonara, no llegaba ni un minuto tarde. Era cuando sus caminos se cruzaban por primera vez en el día. Yeosang hacía el intento de cruzar miradas con él, pero Song lo ignoraba con total gracia y seguía su camino hacia su salón correspondiente. La gente lo evadía y el muchacho de cabello castaño ni siquiera miraba a los lados al caminar. 

Él solo veía de frente, como si fuese la escena de un atraco probable en los barrios de Guapo. No mira hacia los lados, solo hacia el frente. 

Era intrigante. Mingi parecía haber aprendido que la mejor forma de seguir en pie, era la ignorancia. La bendita ignorancia de todo aquello y aquellos que le deseaban el mal. Que lo trataban como una criatura minúscula y sin valor. 

Los que le habían arrebatado su humanidad. 

Yeosang sentía que, tal vez, se estaba obsesionando un poco con él. Había algo en Mingi que lo atraía como un abeja en busca de miel; el día de Yeosang era gris y plano, pecando de vacío, hasta que el moreno alto de cabello castaño y labios pomposos aparecía en escena y el paisaje bicolor se pintaba de todos tonos y colores, vislumbrando algo que Yeosang no había contemplado en meses, años quizás. 

THE EDGE OF GLORY | yeogiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora