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—Es una basura

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—Es una basura. Ojalá ya estuviera muerto.

Al escuchar aquellos gritos llenos de maldiciones, su mente lo impulsó a apartarse de la que se convertiría en una escena del crimen. La casa apestaba a alcohol barato cuando Yeosang llegó de su trabajo de medio tiempo alrededor de las once y treinta de la noche, así que debió haber sabido que la basura debajo del tapete saldría para arrastrarlo al infierno esa noche. Caminó de puntillas tras haberse retirado los zapatos, avanzando como un ladrón en su propia casa en medio de la noche.

Las probabilidades de pasar desapercibido eran tan bajas que su esperanza debía haberse mitigado, pero todavía no lo hacía: incluso después de tantos años en la penumbra, Yeosang aún creía que podía encontrar una salida aunque también tuviera los ojos vendados mientras caminaba en una oscuridad absoluta y pegajosa que siempre buscaba tragarlo entero.

Yeosang se retiró la gorra y los zapatos y sosteniéndolos en una mano avanzó por el recibidor. Si era lo suficientemente sigiloso sería capaz de evitarse un problema del tamaño de un elefante y pasar una noche medianamente decente con su almohada tan presionada contra sus oídos que los sonidos se desvanecerían casi en su totalidad. 

Tuvo la suerte de que en el momento en el que puso un pie en el primer escalón de la escalera, el hombre en el sillón a pocos pasos de su posición se levantó y caminó en dirección a la cocina y se adentró en dicha habitación. Yeosang aprovechó ese momento para subir con velocidad y la sutileza requerida para andar como si flotara, lo que le impidió ser notado. Él continuó avanzando por el pasillo del segundo piso hasta que alcanzó su habitación —la que se encontraba en el fondo del pasillo, a un lado de una ventana— y abrió y cerró la puerta tras su paso. Apenas se escuchó el sonido de aquellas acciones, incluso en completo silencio. 

Tras ingresar en su cuarto cerró la puerta con el seguro, colocó los zapatos a un lado y dejó la gorra encima de la comoda en su habitación. Luego dio algunos pasos y rápidamente se reflejó en el espejo de cuerpo completo a la izquierda de su cama; se observó a sí mismo con aquella chaqueta universitaria de color café y desgastada y sonrió, pero esa sonrisa no alcanzó sus ojos tristes. 

Cada noche, Yeosang regresaba de su trabajo y se plantaba frente a aquel espejo de cuerpo completo. Él se observaba a detalle: desde sus zapatos limpios pero viejos a las ondas color petróleo que conformaban su cabellera descuidada; podía pasar hasta diez minutos en esa misma posición, con sus ojos viajando de lado a lado. Yeosang una vez, luego de un largo tiempo en esa rutina, se preguntó a sí mismo al estar frente al espejo qué pretendía con ello y luego una voz en su interior le respondió de forma inmediata e inexacta: "un cambio."

Entonces, cada noche Yeosang se veía al espejo en busca de un cambio.

Han pasado casi seis años en los que no solo no ha sido capaz de definir qué cambio buscaba, sino también que su vida y su ser siguen siendo los mismos y de alguna manera aquello era desalentador.

THE EDGE OF GLORY | yeogiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora