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—¡Baja ahora mismo!—ordenó con firmeza.

Jaekyung—pensó. La voz era fácil de reconocer, al igual que su tono áspero.

—No. —respondió con calma, acostándose de nuevo con su libro en la mano.

—Kim Dan, ¿quieres que te arrastre hasta el comedor?—le amenazó. Parecía dispuesto a hacerlo; y Dan no lo dudaba.

—Para ser sincero, no quiero. De hecho, ya que estamos hablando de
lo que yo quiero, ¿por qué no me dejas en paz?—replicó decidido.

—¿¡Qué dijiste!?—preguntó incrédulo, sorprendido por su atrevimiento.

Dan se sintió satisfecho. Si de verdad iba a 'arrastrarlo', entonces, tendría que mostrarse de una vez ante él. Además, se alegró de que se sintiera ofendido, después de cómo lo había tratado.

—¿Es porque aún no te he pagado?—le preguntó, haciéndolo temblar de rabia.

—¡Fuera de aquí!

—¡Esta es mi casa!

—¡Y también es la mía, ya que soy tu esposo!—replicó él, dejándolo sin nada que decir.

Sonrió, sintiéndose victorioso.

Se giró de espalda a la puerta, y retomó la lectura.

Jaekyung irrumpió en el dormitorio y lo vio tumbado boca abajo, vestido con una camisa de lino blanco, apenas abotonada en la parte superior. La misma se adhería ligeramente a su cuerpo, revelando
su espalda blanca, suave y sin imperfecciones. Las curvas naturales de sus hombros y su columna vertebral creaban un contorno elegante y delicado, mientras que los músculos subyacentes daban una sensación de fuerza y gracia.

Dan llevaba también unos pantalones cortos de tela liviana, cuyo dobladillo se alzaba coquetamente por encima de sus muslos lívidos, a pesar del clima húmedo. Él creaba una imagen de relajación y frescura que invitaba a la contemplación.

Jaekyung no pudo evitar admirarlo.

Por. Mucho. Tiempo.

Tragó saliva y con autodecisión, se acercó a él.

'¿Qué debo esperar de un muchacho con un cuerpo así? Debe de haber sido tan fácil para él divertirse con otros hombres.'

El castaño sintió una presencia detrás de él y frunció ceño, incapaz de creerlo. Pero cuando miró a la pared, allí había una sombra.

Se giró con rapidez y se encontró cara a cara con un hombre alto. Tenía el cabello oscuro y la piel ligeramente bronceada, lo que indicaba que había
estado al sol. Llevaba unos vaqueros oscuros, un cinturón con una gruesa
hebilla y una camisa del mismo color, tan abotonada que dejaba ver sus fuertes brazos.

Dan notó cicatrices en uno de ellos.

No obstante, lo que le llamó la atención fue su rostro. El lado con cicatrices en el brazo y el cuello estaba cubierto por una media máscara. En el lado visible, comprobó lo guapo que era. Labios algo carnosos de un tamaño acorde con su rostro, nariz que parecía esbelta, pero no podía estar seguro debido a la máscara. Sus cejas eran pobladas y de color negro, sus ojos eran tan oscuros como su cabello, pero brillaban con ira y desprecio.

—¿Estás satisfecho?—preguntó con los dientes apretados y los ojos llenos de furia.

Fue entonces cuando Dan recordó que no debía mirarlo fijamente. Se lo había dicho el día anterior.

—No.—respondió, recorriéndole el cuerpo con la vista antes de volver a su rostro.

—Eres bastante descarado para ser virgen.—se mofó el mayor mirándolo de arriba a abajo, curioso por ver hasta qué punto podría serlo.

Un Matrimonio por Conveniencia | JinxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora