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Antes de que Dan pudiera reaccionar, lo arrastraron hasta el despacho y lo empujaron de cara a la puerta. Aunque vio la mano de Jaekyung, llena de cicatrices, no pudo prestarle mayor atención porque estaba justo detrás de él, respirándole en el cabello.

No lo entendía. Aun cuando estuvo lleno de miedo por un momento, la desagradable sensación pronto fue sustituida por cierta excitación.

—¿Qué dijiste?—le preguntó Jaekyung en la oreja en un susurro ronco y enfadado.

Tenía una mano apretándole la cintura con casi demasiada fuerza y una pierna entre las suyas, además de las caderas pegadas a su espalda.

—¡Me... me trataste como si fuera un prostituto de calle!—se quejó, luchando por respirar y mantener la compostura.

Su presencia estaba mareándolo. Sin embargo, no imaginaba que para él pudiera ser igual.

Jaekyung no había experimentado una satisfacción tan intensa con alguna mujer u otro hombre antes, a pesar de que ni siquiera se besaron y que Dan no lo tocó en ningún momento.

Después de dejarlo en su habitación en medio de la noche, volvió a la propia y repasó en su mente el tiempo que pasaron juntos. Deseaba
desesperadamente algo más, pero no se atrevía a volver. Si se despertaba y lo veía... Si Dan lo rechazaba, no podría soportarlo.

El mayor se encontró en una situación difícil. Apretándolo contra la puerta y con sus cuerpos a escasos centímetros de distancia, tuvo que recurrir a toda su voluntad para resistirse a darle la vuelta y besarlo. O ir más allá. Sin embargo, el comentario anterior sobre su masculinidad solo consiguió
enfurecerlo.

—Te casaste por dinero, ¿verdad? Después de todo, el matrimonio implica sexo. Y si tienes sexo por dinero, eso te convierte en prostituto, ¿o me equivoco?—respondió con furia.

—Ahora, dime, ¿¡cómo te atreves a cuestionar mi hombría!?—Se retorció, apretándole aún más la cintura mientras empujaba sus caderas hacia a delante.

El más bajo soltó un pequeño gemido y él no supo si lo había entendido mal.

—¡No soy un... prostituto!—afirmó enfadado, tanto por sus palabras como por lo mucho que estaba disfrutando de la proximidad de su cuerpo.

—¿Crees que no soy un hombre?—preguntó moviendo las caderas para que Dan pudiera sentirlo en su espalda. —¿Quieres que te demuestre cuán hombre soy?

Dan no era consciente de los demonios que se habían apoderado de él, obligándolo a pronunciar las siguientes palabras:

—¡Sí! ¡Muéstrame!

Jaekyung se quedó momentáneamente atónito, pero pronto una sonrisa astuta se dibujó en su rostro. El chico estaba ante él con un ligero camisón veraniego; no pudo resistirse a deslizar los dedos por su muslo, haciéndolo soltar suaves jadeos de placer.

Tras bajarse la cremallera del pantalón, inclinó el cuerpo de Dan hacia atrás; pero notó que la diferencia de altura sería un inconveniente.

—Cierra los ojos.

—¿Eh?

—¡Que cierres los ojos!—ordenó y Dan asintió, obedeciéndolo de inmediato.

Sintió que le daban la vuelta y el aliento de Jaekyung le acarició el rostro. El muchacho soltó el joyero que aún sostenía e intentó tocarlo; pero Jaekyung lo detuvo.

—¿Puedo agarrarme a tus brazos? Llevas puesta una camisa, ¿verdad?—preguntó entre suspiros.

—De acuerdo—accedió mientras lo soltaba.

Un Matrimonio por Conveniencia | JinxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora