Quinta melodía:El comienzo de las dudas

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Samael, cuya esencia brillaba como un faro en la vastedad del cosmos.Sus rasgos reflejan una belleza inquietante. La piel de Samael es pálida, como si la luz de las estrellas hubiera dejado su huella en ella. Sus ojos, profundos y dorados, contienen secretos ancestrales. En ellos, se reflejan los abismos del cosmos y las llamas de las estrellas agonizantes.

El había sido testigo de innumerables creaciones y cataclismos.En algunas ocaciones su tarea era custodiar los secretos más profundos del universo, aquellos que incluso los ángeles más cercanos al trono divino no podían comprender.

En los días primordiales, Samael exploraba los confines del cosmos con una curiosidad insaciable. Sus alas blancas como la nieve recién caída, se extienden majestuosamente desde su espalda. Cada pluma parece un fragmento de la eternidad, y cuando las despliega, el viento mismo se inclina ante su poder.Cada aleteo resonaba como un eco en el silencio infinito, y su mirada se perdía en la vasta oscuridad salpicada de estrellas.

Él conocía los nombres de las estrellas y las melodías que tejían los planetas en sus órbitas.Cada una, un punto de luz en la inmensidad cósmica, formaba parte de una historia ancestral. Contemplaba con asombro las constelaciones que adornaban el vasto lienzo del universo, le fascinaban.

Algo que caracterizaba al joven angel era que siempre anhelaba saber más.

Samael decidió explorar más allá de las constelaciones familiares. Extendió sus dedos y pronunció una palabra antigua, un gesto que trascendía el tiempo y el espacio. La energía fluyó a su alrededor, y en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en un lugar nuevo.

Sin embargo,parece que no había calculado bien las coordenadas porque la sorpresa aguardaba tras su teletransportación. Un agujero negro, un voraz devorador de luz y materia, se cernía ante él. Samael aleteó desesperadamente, pero la gravedad del agujero negro era implacable. Lo atrapó y lo arrastró hacia su interior, como una hoja atrapada en un torbellino.

En el abismo oscuro,Samael experimentó una sensación de insignificancia. Las leyes de la física se retorcían a su alrededor, y el tiempo parecía perder su significado. ¿Dónde lo llevaría ese agujero negro? ¿A un rincón remoto del cosmos o a una dimensión desconocida? Estos eran los pensamientos que lo asaltaron mientras cerraba los ojos, abrumado por la intensidad del ambiente. Finalmente, Samael cayó en la inconsciencia, dejándose llevar por las fuerzas misteriosas que lo arrastraban hacia lo desconocido.

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Cuando despertó, una luz tenue lo envolvía. Sus ojos se abrieron lentamente, y la luz se intensificó. No era la luz de una estrella, sino algo más antiguo y misterioso. Samael flotaba en un espacio etéreo, sin arriba ni abajo. Se levantó, sus alas extendiéndose automáticamente para mantenerlo en equilibrio. Pero este no era el lugar que conocía. Las constelaciones eran diferentes, y las estrellas formaban patrones desconocidos.

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