Capítulo LII

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SIGLO ANTIGUO

PALACIO REAL DE EVIGHEDEN

LIAH'S POV

-¿Qué dices de éste?

Volví a fijar la mirada en el pequeño atuendo que tenía en sus manos.

¿No era el mismo que me había enseñado hace unos segundos atrás?

-Luna, cariño, el que decidas será más que perfecto para mí.

Me miró unos segundos. Con eso me basto para saber que no le había gustado mi respuesta.

Suspiré y me puse de pies para acercarme y abrazarla.

-No te sobrecargues con esto, Lu. Solo será su traje de salida de una habitación a la otra.

Le recordé.

-No ayudas, Liah.

Murmuro sin caer en mis dulces encantos. Reí y besé su cabeza.

-Sé que estás algo nerviosa porque en cualquier momento puede ocurrir, pero no tomes las cosas contra mí.

Me defendí. Ella exhalo el aire y se deshizo de mí.

-Seré yo quien sufra un parto, Liah, no tú. Puedo enojarme contigo cada vez que quiera. Solo es una pequeña parte de lo que yo he soportado por ocho meses.

Me señala de mala gana. Suspiré y asentí.

-Bien, lo siento, pero en serio no quiero que te estreses con cosas como éstas. Lo que más importa es que ambos salgan bien de esa habitación cuando ocurra el momento.

Le recordé de manera suave. No era la primera vez que pasábamos por esta situación.

Ella tomó una bocanada de aire y asintió.

-Sí, es cierto. Lo siento, solo es demasiado para mí y tú en serio no eres la mejor para tomar decisiones sencillas.

Sonreí y la volví a abrazar de manera suave.

-He visto todo igual. Por esa razón, prefiero que escojas tú.

Hizo un sonido de negacion y finalmente devolvió mi abrazo.

Sí, ahora sí había caído en mis encantos naturales.

-¿Damos un paseo, mi hermosa reina?

Asintió y sujeto mi mano en cuanto nos alejemos. Sonreí y besé sus labios un segundo antes de salir de la habitación del heredero o heredera.

Desde hace un mes y medio aproximado había empezado a despejarme de todo el trabajo del reino y le puse más empeño a mi matrimonio y mi familia. Habíamos progresado bastante bien y no quería que todo se fuera a la basura en cualquier segundo.

Ahora sus paseos matutinos no eran con sus damas, eran conmigo. No siempre, pero las mayorías de las mañanas. Había días donde no podía evitar estar más alejada de lo normal, pero siempre lo compensaba por las noches al pasarla completamente con ella y sin interrupción.

-El doctor me ha dicho que nuestro bebé puede heredar tu condición.

Murmura de pronto en medio de nuestra caminata. Había sido más callada de lo normal, pero ya entendía por qué.

La miré un segundo y volví a mirar hacia adelante. No sabía realmente cómo tomar su comentario. ¿Era bueno o malo?

-¿Te molestaría si pasara eso?

Cuestione. Pude sentir su mirada en mí, pero no se la devolví algo temerosa de lo que encontraría allí.

-¿Crees que me molestaría?

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