Capítulo 35

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[En estos dos días han desarrollado un pequeño idioma a base de miradas. Es curioso como solo con la mirada se pueden decir tantas cosas.]

Es entonces cuando el pensamiento intrusivo de que hoy es su último día juntos se instala en la cabeza de Natalia. Respira hondo y aparta la mirada hacia el lago. No quiere pensar en ello, está haciendo un gran esfuerzo por reprimirlo y disfrutar del momento, del ahora. Pero Enzo la ha calado desde el primer instante, ese gesto, su forma de apartar la mirada y ver como su ceño se frunce, indica que algo no va bien.

- ¿Qué pensás, Nati? Decímelo, sacátelo de adentro - ella moja un colín en el paté de pimientos y niega con la cabeza, quiere quitarle peso al asunto.

- Pensaba en que me encantaría vivir aquí para siempre, sin tener que regresar a la ciudad para nada - dice la verdad solo a medias, y él lo sabe.

- Vamos, Nati, decime la verdad. Veo en tus ojos que no es eso en lo que estás pensando.

- No quiero decir nada que estropee este momento - se encoge de hombros.

- Pero entonces sos vos la que está mal. Y no hace falta que lo digás. Se siente en el ambiente ahora mismo que no estás bien.

- Te lo cuento si me explicas cómo puedes ser capaz de leerme tan bien - sonríe de medio lado.

- Está bien, mirá, la actuación es pura empatía y eso lo aplicás a la vida también. Yo hablando con vos percibo cosas que están pero que no se dicen, se sienten y se entienden sin necesidad de palabras. Además, ya te conozco un poco más, por lo que hay cosas que puedo deducir. Por el contexto en el que nos encontramos y que no me lo querés contar, también puedo deducir que tu angustia está relacionada con el inevitable final del fin de semana.

- Eso me ha resultado casi pedante - hace reír a Enzo. - Pero quitando eso, tienes toda la razón. Por eso no quiero darle más vueltas, sé que es lo que hay. Aunque no puedo evitar querer quedarme aquí, y congelar este momento para siempre. Viviría en una fotografía, la estampa de este remanso de paz - inspira profundamente y cierra los ojos. - Este sol, estas vistas, esta comida y este vino... y hablaría por horas contigo, de lo humano y lo divino. ¿Cómo pretendes que retome mi vida después de estos dos días? - en parte se lo pregunta de verdad. - Yo ya no soy la misma persona que el viernes, y me resulta imposible de creer que lo fui algún día.

- Mirá, esto es un cosa que he aprendido recientemente, tras el rodaje de La sociedad de la nieve. Y es que la percepción del tiempo es relativa a nosotros todo el rato. Es un poco lo que se dice de que cuando uno lo pasa bien el tiempo vuela y viceversa. Pero también resulta que en un breve periodo de tiempo nos pueden suceder un millón de cosas, estímulos, sentimientos, pensamientos, incluso aprendizajes... y esto es lo que hace que un breve periodo de tiempo se sienta casi como una vida. Cuando volví tras el rodaje, parecía que no había pasado el tiempo para los demás, sentía que todo estaba igual que cuando me fui, pero para mi había pasado mucho tiempo...

- Casi una vida... - completa ella la frase. - ¿Y cómo retomas tu vida? ¿Cómo vuelves a ser tú?

- Esa sensación pasará, te lo prometo. Pero vos no tenés que volver a cambiar, podés ser tu mejor versión - ella suelta una carcajada.

- Lo intentaré, pero no prometo nada... Es increíble como una casualidad puede cambiarte la vida de arriba abajo en 24 horas. Y te has colado en mi cabeza como si nada. No comprendo como me puedes entender tan bien con solo mirarme, más allá de la empatía. Nunca había tenido esto con nadie. Y me entristece que justo haya tenido que ser contigo - Enzo alza las cejas divertido, intenta relajar el ambiente. - No lo digo porque seas tú, me encanta como eres, pero me da rabia que tenga que ser en estas condiciones. No es justo que llegues, pongas mi vida patas arriba, y que mañana tengas que volar a Uruguay y que yo me tenga que quedar aquí como si nada. Este fin de semana he aprendido y sentido tantas cosas, que no me imagino volviendo a la rutina de siempre. Quiero hacer algo más, ser alguien más. Me has animado mucho a querer contar una historia, mi propia historia.

Siente que ha abierto el grifo y ya no sabe cómo volver a cerrarlo. Tiene un nudo en la garganta y las lágrimas amenazan con rodar por sus mejillas de un momento a otro.

- Hace unos meses me daba miedo no volver a enamorarme de nadie. Y en dos días no solo me he reencontrado en parte conmigo misma, si no que te he conocido a ti. He aprendido a mirar a través de tus ojos, y me encanta tu manera de ver el mundo, de fijarte en los detalles y de apreciar los pequeños gestos. Sé que esto no es más que un fin de semana y que aunque a mí me parezca que se ha detenido el tiempo, todo continúa. Pensaba que sería capaz de dejarme llevar y disfrutar, pero, Enzo, me aterra estar enamorándome de ti... - la voz se le quiebra, pero esta vez no aparta la vista.

Enzo se queda en silencio unos segundos analizando la situación y escogiendo con cuidado sus palabras. Natalia siente que en parte se ha quitado un gran peso de encima, y, por otro lado, le falta el aire. Quizá no debería haber dicho eso, se pone nerviosa. No le gusta como le está mirando Enzo. Se seca las lágrimas con el dorso de las manos y toma su vaso para darle un buen sorbo.

- Olvídalo, yo...

Enzo no le deja terminar la frase, se acerca a ella y agarra su rostro entre las manos para después besarla. Se funden en un abrazo que ambos desean que dure para siempre. Enzo no deja de abrazarla hasta que su respiración se normaliza. El chico se sienta a su lado y ella apoya la cabeza sobre su hombro.

- ¿He estropeado lo que queda de fin de semana? - pregunta con un hilo de voz. Enzo se gira a mirarla. Gira la barbilla de la chica suavemente con la mano para obligarla a mirarle.

- Venite conmigo, Nati. Saco un boleto y te venís conmigo mañana. El tiempo que querás, y después lo vamos viendo.

- ¿Qué? - consigue articular.

Continuará...

A través de sus ojos | Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora