Lara y Lola volvieron a la suite una media hora después. Mi hermana vio su deseo concedido y la directora del hotel, encantada de atender a una deportista de élite tan cotizada, les hizo un tour por las instalaciones y contestó todo lo que quisieron saber. Lola venía alucinada con ciertos detalles, tanto del espacio como del funcionamiento de aquel lujoso alojamiento.
Para pasar el sábado, no teníamos más objetivo que relajarnos en la terraza y hablar de todo, lo esencial y lo banal. Fue lo que hicimos después del brunch: acomodarnos cada una en una tumbona y disfrutar del sol y de la compañía. Lara ya no quiso rehuir más el momento de hablar de su ruptura, pues ella misma sabía que le vendría bien desahogarse.
—Fui torpe. Torpe, así es como me siento. Pasé semanas temiendo que el vínculo que estaba estrechando con Hanna acabara en algo más. ¿Y qué hice? Pues sepultar mis miedos machacándome en las pistas y el gimnasio, y pasar de todo. Fue una profecía autocumplida —se lamentó mi prima.
—Diste prioridad a unas bolas en lugar de a otras, nada más —espeté.
Las chicas estallaron en carcajadas por el chiste. Las risas siempre quitan hierro y son terapia.
—Te acusas a ti misma de torpe. No es la perspectiva que más te conviene tener de todo esto, Lara —declaró Sofía.
—¡Es que fue así! Ella, prácticamente, no tuvo que hacer nada. ¡Me faltó empujarlo a sus brazos! Era YO quien lo tenía fácil, yo, que estaba con él. ¡Él quería estar conmigo! O eso me decía... Con haberle dicho que me retiraría en unos años y viviríamos juntos en Londres hubiera sido suficiente.
—¿Era eso lo que querías? ¿Por qué no se lo dijiste? —pregunté.
—Tsss... No lo sé. Creo que he interiorizado tanto eso de ir partido a partido que ahora ni siquiera puedo mirar al futuro. Me bloqueo cuando lo hago. No veo nada.
—Pues él debería haber hecho el esfuerzo de entender eso, Lara, tener paciencia y ayudarte a superar ese supuesto bloqueo —dijo Sofi. —Se fijó en ti porque te admiraba, ¿no? Lo enamoró tu capacidad de superación y de sacrificio, entre otras cualidades. Pues lo que le hubiera pegado era respetarte y esperarte, ni más ni menos.
—Ya. Igual esa fue su intención. Luego vino Hanna, redescubrió unas cualidades que ya lo enamoraron antes y pensó que con ella todo sería más fácil.
—Pues ya está, que sean felices. Estoy con Sofi —dijo Lola. —La persona que te quiera por lo que eres y por cómo eres querrá estar contigo de modo incondicional. Decidirá quedarse contigo. O, al menos, no te dejará tan mal como lo hizo él, sola y llorando, sin darte siquiera un abrazo de despedida.
Agradecí interiormente que Lara no despellejara a Harry por haberse ido con otra. Es más, yo, que tiendo a ser mal pensada, creo que le puso los cuernos con Hanna. Si ella le gustaba y la química resurgió, hasta el punto de decidir dejar a su novia, ¿quién podía creerse que no había pasado nada en esas horas infinitas entre rodajes? Pero mi prima hizo un acto de fe y decidió creer la versión de Harry: terminó con ella antes de que pasara algo más con Hanna. En caso de no haberlo creído, parte de la conversación de aquella tarde hubiera ido sobre lo cerdo y lo cabrón que fue, lo que a mí, como persona infiel, me hubiera dejado en muy mal lugar.
No me sentí juzgada en ningún momento, todo lo contrario.
—Solito, una mala decisión no te define. Un desliz, por el que ya has pedido perdón, no borra tus cualidades —dijo Lara.
—Ya, pero es que no es solo culpa. Es que lo echo mucho de menos, ya se lo dije a él.
Conté a Lara el episodio de hacía un par de domingos en Sevilla Este.
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Sole y el marchitar de las rosas
RomansaTres corazones rotos y el prometedor inicio de una nueva vida. Sole, Lola, Sofi y Lara tienen que retomar sus caminos tras episodios convulsos en sus vidas sentimentales. ¿Cómo lo llevan? Las chicas se conjuran contra el mal de amores en esta novela...