Capítulo IV

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Con su porte recio y casi aristocrático Adolfo Solis se expresaba comúnmente, no había nacido en una familia distinguida ni mucho menos disponía de grandes cantidade de tierra o capital, pero siempre procuraba ser respetuoso y demostrar que su educación no fue en balde.

Como el hombre instruido que fue se acoplo a lo que la vida le había otorgado, incluso en los puntos más bajos de su vida supo mantener la descencia que sus padres a su corta edad le habían inculcado.

Por otra parte estaba Manuel Fuentes Guerra, que quien no hace poco más de dos años no era nadie a ojos ajenos, hijo ilegítimo de un padre cuyas tierras y fortuna terminó heredando, paso de ser un "bastardo" a dueño y señor de todo un campo entero para él.

Estos dos hombres diferían en varias cosas pero también compartian sentires y momentos, ambos habían perdido a la poca familia que tenían quedándose solo con personas cercanas, los dos habían luchado por la misma persona y ambos se habían quedado sin ella, el par trabajaba más para salir adelante por que así lo veían necesario y ahora estos dos con todo, discusiones y disputas en el pasado empezaban a compartir también ese extraño sentimiento que los hacía alterarse ante la presencia del otro.

Era extraño que cuando Manuel desayunaba Adolfo sea ahora quien le sirviera un café y no las encargadas de la cocina, un día sin más había empezado a suceder, le daba el café acompañado de un "buenos días" y se retiraba.

Nunca se lo reprochaba, es más, le gustaba que lo hiciera.

Una calidez llena de familiaridad se posaba en su pecho cada que miraba el serio rostro de Solís, que con su recia voz que lo acompañaba siempre y él estaba más que encantado.

Encantado con aquel sujeto hábil y fuerte.

Pero extrañado por lo que empezaba a sentir.

Por que había empezado una rutina en donde era común que ambos saliera antes a pa²sear y rondar por el rancho, eso a ojos de los demás no era extraño.

Lo veían como algo natural que con el tiempo habría de pasar, aunque hubieran pasado por un enfrentamiento de casi muerte, veían como los dos habían sufrido casi por igual y sabían que en el fondo terminarían siendo grandes amigos después de toda confrontación.

Así es como pasaban a ver a Adolfo Solis como la mano derecha de Manuel Fuentes Guerra.

Lo que no sabían es que por medio de esas escapadas o salidas discretamente rozaban sus manos, sin que nadie los viera de igual forma pasaba mucho más.

— ¿Gustas que te preste el sombrero? — pregunto Adolfo al lado de Manuel, él negaba con su sonrisa como siempre, escuchando con cariño las preocupaciones del hombre a su lado.

— Tú lo necesitas más que yo, además es tuyo no podría arrebatarte algo así, como se que eres muy celoso con tus pertenencias.

—  Mmmh...

—  No te enojes Solís, estaba jugando, ándale vamos a cabalgar.

El rostro enfadado de Adolfo pasó a ser uno de sorpresa, sabía lo que significaban esas escapadas y aunque le alegraban también le preocupaban.

Manuel era más joven que él, mientras él estaba a sus treinta y cinco, Fuentes Guerra alcanzaba los treinta y dos, y aunque pareciera poco la vida le había enseñado que cada día cambiaría y los pocos años de diferencia se harían notar.

A veces miraba a Manuel con unos ojos preocupados, angustiados y dichosos de saber que tenía que pasar para que entrara en cuenta que demonios significaba todo esto para él.

Cariño prófugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora