Decisiones arrebatadas

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Capítulo 11.- Decisiones arrebatadas.

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Inuyasha

A la mañana siguiente desperté desorientado. Entreabrí mis ojos intentando acomodarlos poco a poco a la luz y cuando intenté incorporarme sentí un peso sobre mi lado izquierdo. Kagome Russo dormía plácidamente a mi lado, abrazada a mi brazo como si su vida dependiera de ello y con su cabello largo y ondulado repartido sobre la almohada. Su piel blanca destacaba en contraste con las sábanas oscuras y su respiración acompasada me hizo pensar por un instante que incluso si ya no sentía mi brazo, podía perderlo y vivir sólo con uno, valía la pena si eso permitía que ella siguiera durmiendo así de tranquila.

Sus bonitos bucles azabache fueron tentación perfecta para mis dedos, los que se enredaron entre ellos con delicadeza, admirando cada onda desordenada sobre su rostro. Estuve en ello por unos minutos o tal vez horas, encantado con la sensación agradable de tranquilidad que su presencia me hacía sentir.

De pronto su cuerpo se estiró lentamente bajo las sábanas, recordándome al instante la gracia felina que la caracterizaba en cada uno de sus movimientos. Sus ojos chocolate se entreabrieron poco a poco y al lograr enfocarme me sonrió, para luego dejar caer sus párpados otra vez.

– ¿Llevas mucho tiempo despierto? - Preguntó somnolienta en voz baja.

– Un rato. - Respondí escueto. No era necesario caer en detalles banales, "un rato" podían ser un par de minutos o un par de horas, a nadie le importaba demasiado.

– ¿Y no me despertaste?

– Lucías muy tranquila mientras dormías, no quise interrumpir eso. - Bostezó de forma adorable mientras volvía a acomodarse.

– La verdad es que no dormía tan bien desde hace mucho, mucho tiempo.

Apenas unos segundos después sus ojos se abrieron de golpe y se sentó en la cama, cubriendo su torso con las sábanas.

– ¡Tengo que volver a casa! ¿Qué hora es?

Puse los ojos en blanco y la sujeté por la cintura cuando hizo el amague de salir de la cama, girando sobre mi eje para dejarla bajo mi cuerpo. La besé con hambre y fui correspondido de inmediato, con el toque tímido de su lengua sobre la mía justo antes de morder suavemente su labio inferior para separarme.

– ¿Vas a irte sin desayunar otra vez? - Pregunté mientras bajaba mi rostro a su cuello. - La primera vez es perdonable, la segunda me lo tomaré brutalmente personal.

Jugueteé con mis garras sobre su abdomen plano y sentí su jadeo cerca de mi oído, arrancándome una sonrisa al instante.

– ¿Qué hora es? - Volvió a preguntar.

Miré el reloj adosado a mi muñeca izquierda.

– Cerca de las ocho de la mañana.

Movió su rostro para mirarme fijo, mientras sus manos se posaban en mis mejillas.

– Te lo tomarías brutalmente personal...

– Brutalmente. - Repetí y ella sonrió.

– Si me quedo a desayunar y luego me voy. ¿Te parece justo?

– Hmm... Me conformo.

Me sonrió nerviosa e intentó zafar sin éxito. Bajé mi rostro hasta el suyo para atrapar su boca una vez más, deseoso de continuar en ello por el resto del día. Sentí sus manos suaves acariciar mi rostro, correspondiendo a mi caricia a la vez que una de mis piernas rozaba su centro con toda intención y la abrazaba por la cintura con uno de mis brazos. De inmediato cortó el beso, pegando su frente a la mía mientras intentaba recuperar el aliento.

Sombras de seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora