CAPITULO 1

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El sol comenzaba a desvanecerse en el horizonte, de Jamestown, Virginia, tiñendo el cielo de un rojo intenso, como si la naturaleza misma presagiara los eventos que estaban por ocurrir. En la plantación, los esclavos terminaban su jornada laboral, sus rostros marcados por el cansancio y el sudor, pero también por una determinación que solo aquellos que han sufrido verdaderamente pueden entender.
Entre ellos, una joven llamada Alika se destacaba por su piel, era tan bella como la noche más oscura y contrastaba con sus ojos verdes, brillantes como estrellas en el cielo. A pesar de las cadenas que la ataban, Alika soñaba con la libertad.
Un día, un hombre blanco llegó a la plantación. Era el hijo del dueño, un joven apuesto y educado llamado Thomas Smith. A diferencia de su padre, Thomas veía a los esclavos como seres humanos y no como propiedad. Con el tiempo, Alika y Thomas se encontraron, se miraron, se sonreían y cada vez más a menudo, y aunque sabían que su amor era prohibido, no pudieron evitarlo.
La muchacha había hipnotizado al más codiciado de toda la finca. Era increíble, que pasará algo así entre dos mundos completamente diferentes. Pero nadie puede juzgar al corazón de las personas ya que de razones no entiende.

-Alika, debes tener cuidado. No todos en la plantación te desean lo mejor, advirtió una de las esclavas más mayores, mirándola con preocupación.

-No ven bien como el hijo del sr. Smith te mira, te sonríe y encima tu le correspondes. Eso está mal Alika!!
-SOMOS ESCLAVOS!!

A lo que Alika responde:

- No tengo miedo, Maame. No dejaré que me quiten la esperanza, con su voz llena de determinación.

-Cuidate por favor, Alika.

Ella había llegado en un barco holandés en 1619 proveniente de África, rodeada de esclavos que iban a parar a diferentes haciendas y ella fue a parar a la finca de los Smith. Donde conocería la humillación, el dolor y el amor a la vez.
En ese entonces el presidente Yeardley había intercambiado provisiones a cambio de esclavos en total fueron 20 y entre ellos estaba Alika.
Pero lo que se escuchaba entre los hombres y mujeres del lugar es que decían:

-Sabias que el presidente Yeardley trata a estos africanos como sirvientes y no como esclavos?
-ayyy!! Nooo!! Que vergüenza!!

Hablaban dos señoras al pasar.
La gente se asombraba porque un esclavo debía ser de su propiedad no trabajar y tener libertad.

Corazones EncadenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora