La mañana se deslizaba con suavidad por las calles de Nueva Orleans, pintando los edificios con tonos dorados y anaranjados mientras la ciudad cobraba vida con el bullicio de la vida cotidiana. En una modesta casa en las afueras de la ciudad, Alastor despertó con el peso de la soledad y los oscuros secretos que había heredado.La figura de su madre se movía con gracia en la cocina mientras preparaba el desayuno. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando su rostro con una suave luminosidad que ocultaba las sombras que acechaban en lo más profundo de su corazón.
Alastor se sentó a la mesa, observando a su madre con una mezcla de cariño y dolor. Ella había sido su única compañera desde que tenía memoria, una madre amorosa que lo había criado con ternura y devoción. Sin embargo, también era la guardiana de un oscuro secreto que había marcado la vida de Alastor desde su nacimiento.
El padre de Alastor nunca había estado presente en su vida, una sombra ausente que había dejado un vacío en el corazón del joven. Cuando Alastor era solo un bebé, su padre había abandonado a su madre después de enterarse de su embarazo, negándose a aceptar la responsabilidad de su hijo y dejándolos solos en un mundo que parecía cada vez más oscuro.
A lo largo de los años, la madre había luchado valientemente para criar a Alastor por su cuenta, trabajando largas horas en varios empleos para mantener un techo sobre sus cabezas y comida en la mesa. A pesar de los desafíos y las dificultades que enfrentaban, siempre había sido una fuente de amor y apoyo para su hijo, un faro de luz en medio de la oscuridad.
-¿Cómo dormiste, cariño? -, preguntó la mamá con una sonrisa cálida mientras colocaba un plato de huevos revueltos frente a su hijo.
-Como un tronco, mamá - respondió Alastor con una sonrisa, dejando que la normalidad de la conversación disipara las sombras que habían oscurecido su mente esa mañana.
Durante el desayuno, compartieron anécdotas del día anterior y planes para el futuro, disfrutando de la compañía del otro en la tranquila intimidad de su hogar.
-¿Qué tienes planeado para hoy, mamá? - preguntó Alastor, mientras daba un bocado a sus huevos revueltos.
-Creo que voy a hacer algunas compras en el mercado esta mañana -, respondió - Necesitamos más provisiones y algunas verduras frescas
-¿Puedo acompañarte? - ofreció Alastor - Me vendría bien un poco de aire fresco
-¡Claro! Será agradable tener tu compañía - dijo su madre con una sonrisa.
A medida que la conversación fluía, Alastor se sentía cada vez más agradecido por el amor y la dedicación de su madre. Aunque el abandono de su padre había dejado una cicatriz en su corazón, había aprendido a encontrar consuelo y fuerza en el amor inquebrantable de su madre
Después del desayuno, Alastor y su madre se prepararon para salir juntos, disfrutando del vínculo especial que compartían mientras trabajaban juntos para mantener su hogar en orden. Mientras se dirigían al mercado, Alastor se sintió reconfortado por la sensación de unidad y protección que solo su madre podía ofrecerle, sabiendo que, juntos, podrían enfrentar cualquier desafío que la vida les presentara.
Al llegar al mercado, Los dos, eligieron los ingredientes para la cena, compartiendo risas y pequeñas confidencias mientras recorrían los pasillos. Sin embargo, en un instante, Alastor se vio detenido por la visión de un chico bajito, de cabello rubio y ojos azules, vestido con un traje de tweed a la moda de la época. Llevaba un sombrero de ala ancha y un chaleco a juego, completando su apariencia elegante y distinguida.
A su lado, una niña rubia de unos cinco años, con ojos azules que brillaban con curiosidad, miraba a su alrededor con fascinación.
Alastor se quedó mirando al joven con una mezcla de admiración y cariño, su corazón se llenó de una sensación de nostalgia y anhelo mientras observaba la escena ante él.