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En un reino miserable donde las muertes por falta de comida eran tan constantes, Kim Dan sería la luz que traería prosperidad al pueblo.

Tras varios intentos fallidos de alzar la voz, harto de las injusticias por parte de los nobles, este haría un movimiento inimaginable; empezar a robar comida de la nobleza.

Al inicio solamente eran casas nobles de bajo estatus, pero conforme pasaba el tiempo las necesidades empezaron a incrementar, llegando hasta otro punto más extremo, robar del palacio imperial.

'Ellos tienen de sobra'
Pensaba para alentarse, pues bien sabía que no era mentira, ya que cada mes se veía como los soldados sacaban inmensos contenedores con comida podrida, lo cual había disminuido gracias a la contribución del delincuente.

Al ser alguien sumamente calculador y escurridizo la tarea de hacer este tipo de atracos no le eran tan difíciles, o por lo menos no cuando el príncipe no se veía involucraba aún.

Cada que iba al palacio sabía que debía de moverse con precaución, pues si daba algún paso en falso podría verse envuelto en alguna trampa fabricada por el heredero.

Una noche en donde creyó que todo sería igual, un simple error le costó caer en las manos equivocadas…

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—¡Suelténme!— ordenó mientras intentaba zafarse del agarre de los guardias.

Estos solamente lo miraron con desprecio para luego lanzarlo con fuerza hacia el suelo, haciendo que esté se golpeará duramente.

— Vaya, vaya, vaya.— se oyó una temeraria voz detrás suyo.— Así que tú eres el que se ha atrevido a robar en nuestro palacio.

Sintiéndose adolorido se dio la vuelta para mirar quien le hablaba, sintiendo que al instante su sangre se drenaba al notar quien era. Joo Jaekyung, el que se esmeraba todas las noches para atraparlo estaba postrado ante él, pero no estaba solo, sino que se encontraba en compañía con su padre, el emperador Joo Yeong.

— Su majestad.— dijo en un hilo de voz tembloroso.

—¿Tú eres el delincuente?— la penetrante voz retumbó por todo el lugar, sacándole otro escalofrío al más pequeño.— Imaginaba a alguien más grande, tu solamente te ves de unos 16, como sea, es una lastima que mueras tan joven.

—¿Morir?— pregunto aterrorizado.

— Claro ¿O que esperabas? Eres un delincuente, debo impartir justicia.

—¿Justicia?— repitió atónito, sintiendo que la tristeza y miedo de hace un momento se convertía en un inexplicable sentimiento de furia— ¡JA! ¿Usted impartiendo justicia?— exclamó sarcásticamente.

—¿Acaso te estás burlando de mí?— vocifero enojado.

Dan se levantó enfadado, tras años queriendo priorizar el bien de su pueblo, teniendo que recurrir a métodos que no estaban moralmente bien para poder recuperar lo que se les había quitado por la injusticia y ambición de los nobles, escuchar que el emperador solamente buscará la justicia para aquellos de clase alta lo hizo explotar, haciendo que hablará más de lo que debería.

—Para nada su majestad, solamente me parece "gracioso" oír como quiere impartir justicia mientras que afuera todas las personas de mi nivel morimos de hambre porque los nobles se llevan los cultivos que nosotros cosechamos.— explico eufórico por el enojo.— Si yo estoy haciendo esto no es porque me guste, es porque no tengo elección.

Entre Robos y CoronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora