Capítulo 2. Ya les vale

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Saskia está harta de la noche, concretamente, está mucho más que harta: está hasta las mismísimas narices. Ni siquiera quería venir —cosa rara en ella—, pero no le ha quedado más remedio. La otra opción era decepcionar a Melanie y, después de todo, tenía que reconocer que hacía tiempo que no se veían y le apetecía charlar con ella, pero no con los demás. La cena ha sido tediosa de cojones y lo único que ha conseguido captar un mínimo su atención y hacerla sentir algo más incluida en la mesa ha sido el último giro de tema expuesto en la conversación común: ahora vira desde el trabajo, las hipotecas, los horarios de los niños y los precios de la luz... hacia el sexo. De todas formas, sigue igual de nerviosa que antes de poner un pie en el restaurante; no puede evitarlo, y eso coarta en gran medida su participación en el "diálogo" a cinco con las dos parejas.

Revisa el móvil una y otra vez con disimulo por debajo de la mesa, sacándolo de su minúsculo bolso, ese que mantiene escondido en el regazo para asegurarse de que está perfectamente a su alcance. Con extremo sigilo, y pulsando el botón lateral tan rápido como puede, comprueba que la pantalla iluminada no le muestra ni una sola notificación nueva en la aplicación de mensajería instantánea. Habría deseado precisamente lo contrario.

Inspira hondo sintiendo un nudo en el estómago.

Olivia no ha venido, y por ende, Alex tampoco. Esta vez el "nuevo" matrimonio no ha asistido a la quedada mensual: un acuerdo locuaz con el que las tres amigas estuvieron de acuerdo a mitad de verano, cuando se les fue la mano con las copas, y los besos sueltos rodaron sobre todas las mejillas posibles, repartidos tan a destiempo como los abrazos. Porque sí, el alcohol pone cariñosas tanto a Olivia como a Melanie, a la segunda quizás la adormila un poco más, pero a la primera directamente la convierte en un cúmulo de cariño imposible de frenar —eso cuando no le da por llorar—; y Saskia simplemente se limita a ser Saskia, más deshinibida de lo normal, mucho más habladora, y brutalmente mucho más sincera, pero sobre todo, irremediablemente más propensa a aceptar gilipolleces como la que aceptó esa noche: celebrar una cena en común entre todos cada mes para ponerse al día. Daba igual la fecha, eso se acordaría sobre la marcha, el caso era verse y mantener fresca la amistad después de todos los altibajos que habían vivido. Aunque no le gustaba admitirlo, a base de acordar esa terrible costumbre impuesta entre su grupo de amigas, había empezado a añorarlas en cuanto hacía días de más que no se encontraban para cenar; por eso precisamente tenía la impresión de haber echado más de menos a Melanie de lo normal y, evidentemente, también a Olivia.

Porque con Olivia todo era diferente. Siempre lo había sido, seguía siéndolo y estaba segura —muy a su pesar— de que continuaría siéndolo durante el resto de su vida.

El nudo en su estómago toma forma de vacío y se auto-consume hasta provocarle un ardor no fruto de la comida sino de su propia incomodidad y de unos nervios que le han resultado imposibles de ignorar desde el principio de la noche.

Un par de risas masculinas más altas de lo común interrumpen su hilo de pensamiento y la hacen sacudirse levemente en el asiento, tampoco mucho, solo lo normal para evitar que alguien detecte su reacción momentánea. Parpadea un par de veces, moviendo sus ojos a un lado y a otro, rastreando en las expresiones jocosas de sus compañeros de mesa el motivo de por qué lo que han dicho es tan gracioso. Finge una sobrada sonrisa, de esas que tan bien ensayadas tiene, y contempla a Melanie encogiéndose de hombros cuando esta le envía una juguetona mueca con la boca que pretende ser chistosa. Está claro que han comentado algo que debe sonar divertido, moderno y hasta atrevido teniendo en cuenta los últimos derroteros de la conversación, esos mismos a los que Saskia no ha prestado apenas atención. Asiente con la cabeza y deja escapar una suave risa fingida al tiempo en que rodea el pie de su copa con dos dedos, acariciándolo. Se centra en contemplar la leve oleada que ha desatado su tacto en el vino blanco y ladea la cabeza, como si les estuviera dando la razón. Seguirles el rollo no es tan difícil. Ni siquiera se han dado cuenta de su abstracción y ella se siente liberada a la par que irónicamente poderosa por engañarlos con una cosa tan absurda. ¿Superior moralmente? Puede. Aunque ni siquiera le gusta pensarlo. O quizás sí.

Mesa para dos [Supercorp AU / SaskiaxSadie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora