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En un tranquilo y solitario hospital, enclavado en las afueras de la ciudad, se encontraba Megumi Fushiguro, un joven valiente y decidido. Pero detrás de su aparente fortaleza, había una oscura y trágica realidad que lo perseguía noche tras noche. Megumi sufría de insomnio familiar fatal, una rara enfermedad que lo condenaba a interminables noches de desvelo y agonía.

Desde muy joven, Megumi había luchado contra esta dolencia sin tregua. Noches enteras en vela, viendo cómo el tiempo se desvanecía frente a sus ojos sin poder conciliar el sueño. Cada noche era una batalla perdida, una lucha contra sombras nocturnas que parecían volverse más y más intensas con el paso del tiempo.

El hospital se convirtió en su segundo hogar, un refugio donde buscaba respuestas, consuelo y esperanza. Los médicos y enfermeras, con su pericia y dedicación, intentaban aliviar su sufrimiento y encontrar una cura para su inquietante enfermedad. Pero hasta el momento, todas las terapias y tratamientos habían resultado infructuosos.

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El hospital donde Megumi fue ingresado era una imponente construcción de paredes blancas y pasillos silenciosos. El aroma a desinfectante impregnaba el aire, mientras la luz tenue de las lámparas iluminaba su camino. El joven se encontraba sentado en la sala de espera, su mirada perdida en el suelo mientras se sentía cansado.

La ansiedad se apoderaba de Megumi mientras veía pasar a otras personas entrando y saliendo de consultorios. Podía percibir el latido acelerado de su corazón y el sudor frío que empapaba sus palmas. Se sentía atrapado en una espiral interminable de pensamientos y preocupaciones.

Finalmente, decidió entrar en su habitacion del hospital, Megumi se levantó lentamente al ver entrar al especialista, aunque se sorprendió, no le pareció familiar aquel hombre. El doctor era un hombre jóven, su apariencia decía que no tenía más de 20 años, Megumi nunca lo había visto en el hospital.
El hombre le pidió que tomara asiento con una sonrisa reconfortante, su cabello era algo desordenado, de un tono rosa palo, se veía amable, o al menos eso penso Megumi en ese momento.

El nombre del médico era Yuji Itadori, eso decía en la placa de su bata, era un médico joven y enérgico...Yuji Itadori.

Itadori había entrado en la habitación de Megumi con una sonrisa cálida y un brillo en los ojos. Se presentó como el nuevo especialista en trastornos en el hospital.

"Hola", Megumi habló, casi en un susurro, y miro el suelo.

"¡Hola!", dijo con energía Itadori y una gran sonrisa.

Megumi alzó su vista, sus ojos estaban cansados y tenía ojeras, miro a Itadori con una expresión sería, la que el siempre solía tener.

Itadori lo miro con un brillo en sus ojos, junto con su gran sonrisa, "¡¿Cómo estás?!  Mi nombre es Yuji Itadori.

"Bien...gracias", Megumi sabía que no estaba bien, ¿por qué estaría bien si se estaba muriendo y no había forma de salvarlo?, pensaba. "¿Y usted?", habló después de unos pocos segundos.

"¡Excelente!", habló Itadori igual de energética que antes, él guardó silencio varios segundos antes de hablar, "¿Tienes IFF, verdad?", miro a Megumi fijamente.

"Si", Megumi hizo una mueca y suspiro. Estaba muriendo, pero no expresaba como se sentía, no quería verse débil.

"Yo te ayudaré", hablo Itadori y su rostro se hizo serio, pero no tanto como el de Megumi.

Megumi sabía que no podía ayudarlo, pero aún  así sintió una chispa de esperanza, le sonrió levemente a Itadori y suavizó su expresión, aunque era difícil de ver aquello. No sabía porque, pero por alguna razón creía en esas palabras, creía que lo iba a ayudar, quería creerlo, él no quería morir.






Disculpen cualquier falta de ortografía, es mi primera historia.
Y también perdonen lo corto que es. 😿

Echoes of love (ItaFushi) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora